El urbanismo se ha convertido en Llanes en una cuestión de fe. El equipo de gobierno anuncia un Plan General dotado con toda la «seguridad jurídica» del universo para dar «certidumbre» a los ciudadanos. Creer o no creer, he ahí la cuestión. Razones hay para elegir cualquiera de las dos opciones. Puede uno creer porque después de todo lo ocurrido desde hace veinticinco años, con tres planeamientos anulados por los jueces (caso único en España) y con el concejo sin un triste planeamiento que llevarse a la boca, se supone que habrán aprendido la lección y que no volverán los atajos y los enredos. Claro que también puede uno ser descreído, porque tantas veces se ha avisado de las irregularidades y tantas han prometido que nunca más las habría que no faltará quien concluya que sus palabras carecen de valor. Hay una tercera vía, el agnosticismo, adecuada para la ocasión por lo inaccesible que para el ser humano resulta el devenir urbanístico de Llanes. Allá cada cual con su creencia y su doctrina.