La situación urbanística de Llanes es tan pintoresca -digámoslo así- que resulta difícil aventurar el futuro. Lo único que parece claro es que el Plan General nonato acabará en los tribunales, como los anteriores, porque las pretensiones de quienes desean impugnarlo resultan de imposible cumplimiento para un equipo de gobierno que, con la oposición apartándose para no verse salpicada, intenta desesperadamente salvar los muebles de un naufragio anunciado desde hace veinte años largos. Si los intereses políticos de todas las partes implicadas y los compromisos adquiridos por los gobernantes en el último cuarto de siglo pudieran borrarse de un plumazo todo resultaría fácil: bastaría con elaborar un Plan General basado en la más estricta legalidad. Pero no es posible (borrarlo todo, digo), así que sólo resta ver si, por el bien de Llanes y los llaniscos, los dirigentes municipales son capaces, como es su obligación, de elaborar por fin un planeamiento capaz de superar el filtro judicial que se adivina. Así sea.