San Martín de Bada (Parres),

P. MARTÍNEZ

En San Martín de Bada (Parres) se puede hablar inglés británico once horas al día. Clases, paseos y hasta sesiones de cocina anglosajona se desarrollan en la lengua de Shakespeare gracias a la iniciativa de Jake Haymes y Kate Goad. Esta pareja británica ofrece servicios de «inmersión lingüística» para empresas y particulares que además gusten de un entorno como el de la zona rural parraguesa, desde la que hay una vista privilegiada de los Picos de Europa.

Aunque adaptan la duración y el estilo del curso al alumno, un fin de semana normal de 20 horas sale por unos 500 euros. A pesar de la crisis económica, Goad explica que «la gente quiere invertir el dinero en algo que al final le resulte en un trabajo mejor».

Empezaron haciendo cursos para empresas, que antes destinaban muchos recursos a la formación de sus empleados, pero este modelo de negocio ha cambiado hacia los particulares. «La demanda viene de gente que quiere hacer exámenes oficiales, que está pensando en su futuro», añade la profesora.

Ella es de Lancaster, al noreste de Inglaterra, y Jake, de Notthingham, más al centro. Llevan seis años en Parres, adonde llegaron porque tenían un amigo en Romillo, en el mismo concejo. Tras venir a visitarle, el sitio les encantó y decidieron establecerse y ofrecer sus servicios como docentes. Cada vez más gente se enfrenta a la eterna asignatura pendiente del inglés, en parte porque muchos se ven en la necesidad de buscar trabajo en países donde se emplea. «Viene mucha gente de Oviedo y Gijón», apunta Haymes, aunque también han tenido alumnos de Bilbao, San Sebastián y Madrid.

Los estudiantes de otras comunidades y de entornos más urbanos también suelen aprovechar para disfrutar del paisaje del Oriente. Quizá porque en la comarca hay mayor familiaridad con este entorno, Jake y Kate no suelen tener alumnos de los municipios cercanos al suyo. Dentro de la flexibilidad de las sesiones, «si es alguien a quien le gusta caminar, vamos de paseo, pero hablamos todo el tiempo en inglés», explican. También cocinan con sus alumnos, a veces platos británicos como el «pie», empanada dulce o salada, u otras cosas, dependiendo de las preferencias de la persona.

La estancia va de los dos a los siete días y los estudiantes suelen quedarse en alojamientos rurales de San Martín de Bada o de los alrededores. La mayoría viene en grupos formados anteriormente, lo que facilita la combinación de niveles, pero también «hay gente que viene sola a hablar veinte horas seguidas. Tuvimos una persona que estuvo seis días seguidos», recuerdan. Pero, «¿qué diferencia hay entre esto y treinta horas de clase normal?», se pregunta Goad. «Aquí damos tiempo a reciclar el aprendizaje y a usarlo en situaciones comunicativas. Es como cuando alguien aprende a conducir, aquí intentamos poner al alumno al volante», describe el profesor.

Entre las técnicas que utilizan, la que mejor resultados ha dado es la «grabación de voz. Luego enviamos el documento por correo y los alumnos pierden el sentido del ridículo al momento de hablar», señala en referencia a uno de los grandes males españoles para aprender idiomas. La vergüenza y también el cansancio, que llega «al segundo día, cuando están hechos polvo, pero luego ya recuperan fuerzas», explica Goad, que, sin embargo, confiesa que al final de la jornada «muchos prefieren hablar en español».