En un país «normal», en una situación como la de Asturias, con la economía por los suelos, el desempleo por las nubes y la sociedad vencida, el parlamento debería ser el centro de una tormenta de ideas continua. Un lugar en el que los diputados, -azules, verdes y colorados- aportaran propuestas, ideas, proyectos para sacar al país del agujero en que ellos y sus compinches lo han metido. Un lugar en el que los parlamentarios compitieran en positivo, para ver quién aporta las mejores soluciones. Lejos de eso, los diputados de la Junta General del Principado -la misma, pásmense, que declaró la guerra a Napoleón hace 205 años- debaten la propagación del cangrejo rojo americano y sus dietas astronómicas e inmerecidas. No se salva ninguno: ni los que mandan, ni los que son incapaces de mandar, ni los colaboradores necesarios, ni los que decían que iban a darnos a todos clases de democracia. La partitocracia ha fracasado. Aristóteles pediría con toda seguridad para esta tragedia una catarsis.