Sardalla (Ribadesella),

Patricia MARTÍNEZ

Desde Sardalla se ve la villa de Ribadesella, la ría, la sierra del Sueve y, en un día despejado, hasta la costa llanisca del mar Cantábrico. No en vano, la alcaldesa pedánea, Blanca Fuentes, asegura que «la gente se enamora del pueblo por las vistas tan guapas que tiene».

La proximidad con la capital riosellana y el entorno natural hizo que, en la época de bonanza económica, pasaran dos y tres personas cada día por el pueblo preguntando para asentar su segunda residencia. Pilar Riva, una de las vecinas, recuerda la cantidad de tarjetas que llegó a recoger de personas que las dejaban «por si sabía de algo para vender por aquí». La situación económica actual hace que ya no vaya nadie, pero los vecinos están convencidos de que, si las fincas que miran a la villa riosellana hubieran sido edificables hace unos años, ahora estaría todo construido.

Sardalla creció mucho en los últimos 25 años y buena parte de las edificaciones se han dedicado al turismo. En el pueblo hay nada menos que tres hoteles, una docena de casas y apartamentos rurales y mucha segunda residencia. Contando esta última modalidad, los 75 habitantes que tiene durante todo el año llegan a multiplicarse en el verano.

Así, el turismo se ha convertido en una de las principales actividades económicas de la localidad, antaño ganadera como la mayoría de su entorno. Sin embargo, los animales que quedan hoy son más de compañía que productivos y la agricultura más una afición que un trabajo. Además de los negocios turísticos, en Sardalla funciona una empresa familiar, la de «Galletas la Abuela», que lleva desde 1996 inundando el pueblo de dulcísimos olores cada mañana. La localidad linda con las de San Miguel, Ardines, Xuncu, Tezangos y Sebreñu y su terreno se extiende hasta la ribera del Sella, donde muchas generaciones disfrutaron de baños estivales. Allí también estaban los «cierros de Sardalla», donde antiguamente se sembraba o se aprovechaba para ceba del ganado. Tiempo después lo compró la Central Lechera, que tenía en la zona una explotación ganadera, y en la actualidad la mayor parte del terreno es de Costas.

Los vecinos de Sardalla oyeron decir que «era la antigua villa riosellana, que se llamaba Ucesias», recuerda Ignacio Fuentes. No tienen constancia documental de este hecho, pero no dejan escapar que el núcleo del pueblo está ordenado en dos calles y varias travesías y añaden que «la gente mayor a veces lo comentaba».

A la historia más reciente pertenece la época en la que Concepción Blanco Ardines, propietaria del palacio de la Piconera, influyó para que construyeran la carretera que va de Ribadesella a Sardalla. Fue en la segunda década del siglo XX, hacia 1917, cuando se construyó el vial, que Blanco Ardines quería para ir a misa a San Miguel en coche de caballos. El pueblo no cuenta con capilla y celebra, el 29 de septiembre, la fiesta de San Miguel de Ucio, parroquia a la que pertenece.

La adinerada vecina también tuvo que ver en que Sardalla gozara de luz eléctrica muy pronto en el siglo pasado, al contrario de lo que sucedió en otros pueblos del concejo, y construyó una escuela en los años 50 que tuvo que esperar hasta 1963 para inaugurarse. Ambas obras necesitan, a juicio de la alcaldesa pedánea, de una reparación. Mucho más la carretera, que «tiene buena falta de arreglarse, hay un tráfico terrible porque abarca muchos pueblos y está llena de baches». Fuentes ve necesario «tenerla más conservada desde el polideportivo e incluso ensancharla un poco, en verano hay tanto tráfico que casi no se puede caminar».

Además de estos arreglos, los vecinos creen conveniente limpiar el firme y las cunetas, pues «hay muchos accidentes», en parte debido a que los conductores se apartan pensando que hay hierba y se encuentran con un talud. De limpiar el pueblo se ocupa la «Asociación de vecinos de Sardalla», cuyos integrantes -tanto vecinos de todo el año como los de segunda residencia- pagan una cuota anual para realizar el mantenimiento del núcleo dos veces al año.

En cuanto a la escuela, muy deteriorada, les gustaría que se arreglara, porque «parece muy mal», señala Fuentes, y podría usarse como local vecinal. Por lo demás, la alcaldesa pedánea indica que «el pueblo está bastante curioso y arreglado» y, aunque «siempre hay algo que mejorar», reconoce que disfrutan de servicios, como el saneamiento, que no muchos tienen.