Panes, Lucas BLANCO

Hay ocasiones en las que detrás del anonimato existen historias que de ser conocidas públicamente sería difícil encontrar palabras para darles el reconocimiento que se merecen. Una de esas historias podría ser la de una monja peñamellerana que desde hace más de dos décadas ha dedicado su vida y sus esfuerzos en terminar con la marginación sufrida por los enfermos mentales en un país como el Congo, donde para muchos aún esta patología es considerada fruto de la brujería.

Esta religiosa, natural de Panes, se llama sor Ángela Gutiérrez y a sus 72 años lleva ya 25 demostrando que con trabajo, esfuerzo, cariño y, sobre todo fe, hay barreras que pueden ser derribadas y muestra de ello es el centro de salud mental Telema de Kinshasa, donde bajo la gestión de la congregación de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús a la que pertenece Gutiérrez se atiende a diario actualmente hasta más de un centenar de enfermos mentales locales.

Desde que se creara el centro, las condiciones de vida de este tipo de enfermos ha cambiado radicalmente en la capital congoleña. Entre las funciones desarrolladas por las monjas está la de recoger de la calle a los enfermos abandonados por sus familias y primeramente hacerles un diagnóstico y proporcionarle el tratamiento médico que precisen, en colaboración con el centro neuropsicopatológico de Kinshasa.

Encarrilada la fase médica, los voluntarios, de nacionalidad congoleña casi siempre, salvo la excepción de la monja asturiana, inician otras labores que tienen como objetivo la reinserción social de los enfermos que no solamente ven como la sociedad les suele dar la espalda sino que en la gran mayoría de los casos este rechazo también es asumido por sus seres queridos más cercanos. Para ello, se organizan diferentes talleres de terapia ocupacional que tienen como finalidad el proporcionar los conocimientos necesarios a los enfermos para que puedan aprender a desempeñar un oficio con el que ganarse la vida y poner los cimientos hacia el desarrollo de una carrera profesional.

A ello hay que unir otras actividades organizadas por los voluntarios para lograr otros fines necesarios para la integración como son los intentos por buscar la reunificación familiar de los enfermos rechazados para lo cual en muchos casos tienen que buscarse la vida para encontrar a los familiares de los internos que en su día fueron abandonados a su suerte.

En todos esos procesos juega un papel esencial sor Ángela pues es quien dirige el taller de costura junto a otras voluntarias y es a través de esta actividad sobre la que gira buena parte de esta actuación humanitaria, ya que todos los objetos elaborados por los beneficiarios del centro son vendidos para, por una parte, financiar la ayuda alimentaria y medicinal a los enfermos y por otra para repartir entre ellos un salario con el que aprenden a administrar su propia economía.

Iniciativas que son aplaudidas desde diferentes colectivos humanitarios que ya se han interesado en colaborar con la causa de sor Ángela y sus compañeras religiosas. Caso por ejemplo de la fundación «Pájaro Azul» de Oviedo que ya ha puesto en marcha un proyecto con el que pretende poner su granito de arena. «Cuando vi lo que hacía esta mujer en Kinshasa me quedé alucinada y pensé en que había que ayudar de alguna manera», señala la presidenta de la fundación, Inmaculada González, que considera vital que la gente sea conocedora de esta actividad y aporte lo que esté en su mano.

De momento, asegura que el proyecto iniciado por la fundación va por buen camino y considera que se trata de unas aportaciones cuya llegada a su destino están garantizadas. «La gente que ya vimos en directo la actividad del centro somos conscientes de lo mucho que esta gente es capaz de hacer con bien poco», apunta la presidenta de la fundación ovetense.

Como prueba de ello, apunta hacia el proyecto diseñado cuya cuantía asciende a unos 4.800 financiados con aportaciones anónimas de los cuales 3.400 irían destinados para los alimentos de todo un año, además de otras tres partidas de 472 euros dedicadas a medicinas, higiene y desplazamientos necesarios para atender a los enfermos. Ayudas con los que «Pájaro Azul» espera arrimar el hombro.

«Reconforta que con unas cantidades tan modestas podamos colaborar tanto con una mujer como sor Ángela, a la que podríamos considerar como una heroína silenciosa para los enfermos», añade Inmaculada González.