Ana Sanz viajó el lunes desde Madrid a Niserias únicamente para entrar en la cueva de Coímbre, cerrada habitualmente al público. Esta apasionada del arte rupestre y la arqueología no dudó un instante para inscribirse en la visita excepcional que se organizó ayer dentro de las jornadas "Un viaje a la Prehistoria del oriente de Asturias". Y no pudo tener mejor suerte, pues tuvo la oportunidad de adentrarse en la gruta con parte de los equipos de arqueología y espeleología que la están investigando, además de con uno de sus descubridores. El suyo y el de las nueve personas que completaron el pase de la mañana fue un recorrido de lujo, que se inició en la ladera del monte Pendendo y en el que vieron la representación de bisonte de mayor tamaño del Cantábrico.

Coímbre nunca ha estado abierta a las visitas y por ello no tiene el acceso preparado, aunque la generosidad del grupo de espeleología "L'Esperteyu" les llevó a cavar escalones que la lluvia del día anterior barrió. Con todo, el grupo se valió de las cuerdas para superar los 42 metros que separan la carretera de la entrada a la cueva. La cavidad ya era conocida en el pueblo antes de que en 1971 Luis Noriega y Miguel Gutiérrez -presente en la expedición de ayer- descubrieran los grabados que hay en su interior. "Sabíamos de una gran galería y veníamos por las noches o por las tardes, cuando acabábamos de trabajar, a buscarla", relató Gutiérrez. En una de esas, dos o tres años después, el azar quiso que se les cayera la linterna al suelo e iluminó la hendidura del bisonte que recibe en la sala principal. El animal fue grabado "aprovechando la irregularidad de la propia roca", como explicó el investigador de la UNED Amalio Valles, y es sólo la introducción a una colección de grabados que están en lugares de difícil acceso o aún por descubrir.

Valles y su colega Óscar Fuente guiaron a un grupo al que contagiaron la pasión de seguir el rastro humano. Una parte de esta labor -que no ha concluido- verá pronto la luz en forma de publicación. Coímbre es una gruta muy espaciosa y con preciosas formaciones minerales en la que los investigadores han señalado cuatro zonas. De momento se han prospectado dos, el cono central y una parte más al interior de la cavidad, en la que se han hallado interesantes restos de habitación que van, de momento, del Gravitiense final (hace unos 24.000 años) al Magdaleniense superior (hace unos 14.000 años).

Los arqueólogos han estudiado siete niveles de estratos y han encontrado piezas líticas, huesos de animales y arte mobiliar como azagallas (arma arrojadiza) decoradas del Magdaleniense inferior o un arpón con 15.500 años, algo que promete remover algunos parámetros cronológicos. Los investigadores identificaron una zona donde los pobladores fueron arrojando la basura que generaban sin pensar que miles de años después un grupo de semejantes disfrutaría un buen rato recreando su vida en Coímbre.