"Paco" sabe decir su nombre, "hola", "mamá" y "Coca Cola", entre otras palabras. Ladra exactamente igual que dos perros vecinos (a veces como uno, otras como el otro). Como vive frente a una parada de autobús y a un supermercado, imita a la perfección el sonido de los buses al arrancar y el de los camiones al dar marcha atrás... Y es que este charlatán incansable, puede reproducir casi cualquier sonido que llegue a sus oídos. "Paco" no es un ser humano, ni un loro, sino una corneja. Una corneja parlante, que no sabe volar; que vive, porque así lo ha decidido -no está encerrada-, con una familia de Posada de Llanes desde hace once años; que se deja acariciar por cualquiera que no considere un extraño; y que pica con ganas a quien pretenda cogerla. Bueno, cogerlo, porque es un macho.

Lo que está en el aire es el futuro de "Paco", porque su "propietario", si se le puede denominar así, Lucas Fernández Piquero, ha recibido una comunicación del Principado en el que se le amenaza con imponerle una multa de entre 500 y 5.000 euros por tener en su poder una especie silvestre. El sinsentido es tal que Lucas Fernández, cazador, podría a partir del 1 de agosto, cuando se abre la veda, coger a la corneja, llevarla a 200 metros de su vivienda y matarla a tiros. Nadie le podría decir nada por ello. Pero por cuidarla le pueden sancionar hasta con 5.000 euros. "Esto no es normal, no tiene sentido", se queja el llanisco.

Las vidas de Lucas y "Paco" se cruzaron hace once años, cuando aquel caminaba junto a su hija, que entonces tenía cinco años, por una zona en la que se había talado un eucaliptal. De pronto vieron un nido en el suelo y tres diminutas cornejas, dos muertas y "Paco" agonizando. La niña se empeñó en llevar al pajarillo para casa. Y el padre no pudo decirle que no. Lo curaron, lo cuidaron, lo alimentaron y lo mimaron. Y la corneja salió adelante.

La niña la cuidó durante un año, hasta que dejó de ser una novedad. Entonces Lucas se hizo cargo del animal. "Paco" jamás ha estado atado, ni enjaulado, ni encerrado. Vive desde que llegó a Posada de Llanes en un recinto sin techo, con una pequeña caseta de perro a su disposición. Sale de allí cuando quiere, pues es capaz de volar unos metros, pero siempre vuelve a "su" casa. Una vez estuvo todo un día fuera: se subió a un tejado y no se atrevía a bajar. Al final lo hizo. Y volvió a su recinto. En su patio, además de la caseta, "Paco" tiene una jaula sin puerta, en la que se refugia cuando los gatos vecinos entran para robarle comida. Y si alguno se acerca más de la cuenta, picotazo al canto.

La pesadilla de Lucas comenzó cuando una turista madrileña, tras las vacaciones de Semana Santa, denunció ante el Seprona que "Paco" estaba encerrado y que era usado como reclamo para atraer clientes al hotel que regentan Lucas y sus familiares. Nada más lejos de la realidad: el córvido entra y sale con total libertad, e incluso se adentra en el bar y en la cocina si quiere comida. Reclamo es únicamente para los niños de la zona, pues se cuentan por decenas los que van a verle, y a "hablar" con él cada día.

Lucas confía en que "todo se arregle", porque sería "totalmente injusta cualquier sanción", subraya. Pero su mayor deseo es "que no se lleven a 'Paco'", porque "son ya once años con él" y el animal ya es "de la familia". El Seprona constató que el pájaro está perfectamente cuidado y que no es objeto de ningún tipo de explotación o maltrato. De hecho los agentes lo dejaron con sus "dueños", al considerar que es donde mejor puede estar.

Lucas Fernández Piquero cree que estas amenazas de sanción "absurdas" provocarán que nadie recoja animales heridos. "Los dejarán morir, porque salvarlos no trae más que líos. Yo mismo, si sé que me va a pasar esto, no hubiera cogido a 'Paco'". Lo dice con la boca pequeña, porque a Lucas y a su familia les dolería separarse de "Paco".