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Diálogos orientales | MIGUEL ÁNGEL GULLÓN | Dominico colungués, trabaja con la organización "Acción Verapaz"

"Las multinacionales desalojan a familias en plena noche y ocupan las tierras"

"Vuelvo a Dominicana cargado de medicinas, porque allá llegan adulteradas a veces y su coste se multiplica por diez"

Miguel Ángel Gullón, frente a la iglesia de San Cristóbal el Real de Colunga. P. M.

Miguel Ángel Gullón (Colunga, 1976) es un dominico y sacerdote que trabaja con la organización "Acción Verapaz" en la República Dominicana y en Haití y colabora con "Radio Seybo", un medio educativo y solidario. Pasa unas semanas al año en Colunga, donde realiza un rastrillo para recaudar dinero que destina a los proyectos que desarrolla.

-Agradeció la colaboración de los concejos de Colunga y Caravia con el orfanato de Titanyén, en Haití, para el que también destinará lo conseguido en el rastrillo de la semana pasada, ¿cómo va el proyecto?

-Cuenta con 800 niños que van diariamente a la escuela desde los 6 a los 17 años. Van de lugares muy lejanos, Titanyén es una zona alejada de la capital (Puerto Príncipe) y significa "tierra de muerte". Allí enterraron, en las fosas comunes, a muchos de los muertos del terremoto. Y también se llama así porque había muchos ceremoniales vudú. La idea era dar vida a esa zona, aunque es una contradicción, porque justo enfrente el Gobierno está construyendo una cárcel para menores.

-¿A qué se destina este dinero enviado desde la comarca?

-Queremos que el orfanato sea sostenible y para eso se han instalado invernaderos en los que cultivar los alimentos y una granja de gallinas para consumir huevos y venderlos, pero así como fue fácil construir las instalaciones, la vida cotidiana no lo es tanto. Hay que pagar a los profesores, que son un montón, y cuando un niño se pone enfermo hay que llevarlo a la capital, que está a una hora. Como no hay seguridad social, siempre se llevan a centros de salud que tienen organizaciones, religiosos, etcétera.

-Existe cierta desconfianza sobre si llega la ayuda económica que se envía, ¿qué opina?

-Hubo dinero que se prometió y a veces no llegó y en muchas ocasiones era mucha la necesidad. La pobreza muerde. Habrá habido fraude, no lo puedo certificar, pero sí asegurar que lo que sale de los proyectos de "Acción Verapaz" llega íntegro, no hay ningún intermediario. La organización sólo tiene a dos personas liberadas en Madrid, con un salario normal, y todo lo demás se lleva por cauces voluntarios. En los proyectos no hay gastos de gestión, el dinero es todo directamente para entregar a compra de alimentos, medicinas, ropa... lo que haga falta.

-¿Lleva algo de esto en las maletas cuando regresa?

-Sí. Las maletas para aquí vienen cargadas de canela, que se vende en el rastrillo y que cada año me lleva a situaciones singulares porque está prohibido sacarla, aunque cuando se trata de una obra benéfica no hay dificultad, todo son apoyos. Y para allá van cargadas de medicinas que me dona la farmacia de Caravia. Son de mejor calidad, porque allá muchas veces llegan adulteradas, y el coste allí hay que multiplicarlo por diez.

-Quiere decir que una caja de ibuprofeno puede costar, por ejemplo, el equivalente a veinte euros...

-Sí, el sueldo de dos días. Los mayores tienen que pagarse las medicinas porque no hay pensiones y los enfermos crónicos también. En Radio Seybo tenemos un proyecto para ayudarlos y de vez en cuando hacemos radiomaratones para personas a las que tienen que operar. También acompañamos a ochenta familias que fueron desalojadas a las tres de la madrugada por una compañía de caña de azúcar que se llama Central Romana. Fueron los policías de esta compañía, que ocupa un setenta por ciento de la tierra de la provincia de El Seybo, quienes encañonaron a los niños, que han tenido que ir a malvivir a otros sitios.

-¿Qué pueden hacer ante esta situación?

-Estamos denunciándola ante los medios de comunicación, de la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (ALER) y hemos presentado una denuncia en Naciones Unidas en Ginebra sobre el abuso de los campesinos, a los que les quitan la tierra a cambio de nada, incluso los llevan presos. Los dueños de esta multinacional son descendientes de asturianos, de Noreña, los Fanjul. Queremos hacer mucho ruido para que les devuelvan la dignidad de personas, pues les han privado de sus derechos básicos y de su dignidad.

-¿Tienen miedo a las represalias?

-Teníamos, pero ya no. Nos lanzamos, hicimos una movilización, conseguimos que fueran muchos medios, televisiones, ya que los periódicos están todos comprados por la compañía. Son las multinacionales las que deciden los gobiernos, aquí creo que también. Nuestro objetivo es que no se vuelva a hacer, porque se ve como una cosa normal que a los campesinos les quiten sus tierras. Iban a seguir desalojando más casas, pero después de toda esta bulla no se han atrevido a hacer más. Si lo hicieron de noche fue para que nadie se enterarse y ahora lo va a saber todo el mundo. Tanto valor y dignidad tienen estas personas como las de cualquier otro lugar.

-Estaba en el país antes de que se produjera el terremoto, en enero de 2010, ¿qué evolución ha visto desde entonces?

-El terremoto de hace seis años abrió un telón, aquí está Haití. La realidad de antes era tan difícil como ahora. Es un país deforestado, las maderas nobles, los cedros, la caoba, se las llevaron Francia y España. Ahora la gente cocina con los pocos árboles que hay, porque no disponen de gas. Cuando hay grandes huracanes se producen muchas inundaciones. Haití es un país totalmente montañoso y cuando de la montaña baja la tierra desertifica también el fondo del mar. Está rodeado de costa, pero el pescado no se comercializa porque como no hay electricidad no se puede conservar. Por otra parte, desde septiembre no hay presidente porque hubo elecciones, pero denunciaron corrupción. Todavía sigue la misión de Naciones Unidas para la estabilización de Haití porque hay mucha inseguridad y violencia.

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