Más de doce horas guardaron cola ayer las hermanas Lucía y Claudia Balmori, con sus trajes de gala, sus mantillas y sus peinetas a la sombra de la capilla de la Guía, en Llanes, para acompañar a la Virgen. Lucía llegó a las nueve de la mañana; su hermana, diez minutos más tarde.

Llegar las primeras les permitió ir junto a la imagen de la Guía en la procesión nocturna. A las diez llegaba Lorena Bravo, y poco después Verónica Vela y Magdalena Rodríguez. Y después, Claudia Rojas, Mónica Cañete Herrero y Mónica Cañete Palomo, Lorena Sánchez y Miriam Fontal. Diez en total al mediodía.

¿Qué hacen tantas horas, hasta que comienza la procesión, cuando el sol se pone? Hablar mucho, comer algo, jugar al parchís, tirar de móvil y, si se tercia, dormir un rato. Los maridos, novios, hermanos y padres les llevan empanada, pasteles, bebidas... La única condición para apuntarse en la lista que recoge los nombres y el puesto correspondiente en la procesión nocturna es acudir vestida para la ocasión y con peineta y mantilla. La mayoría acude tan temprano para ir cerca de la Virgen, aunque también hay quien cumple así una promesa. "Con tal de ir junto a la Virgen, merece la pena la espera", señala Claudia, mientras las demás asienten.

Al anochecer, tres interminables filas de mujeres ataviadas con mantilla española (las de blanco en el centro, las de negro en las otras dos) compusieron el grueso de una procesión abierta por mozos que portaban los misterios y en la que la imagen de la Virgen llanisca avanzó hasta la basílica a hombros de los costaleros. En el puente sobre el Carrocéu, con la Guía mirando al mar, un sacerdote recordó a los marineros, a los desaparecidos en la mar y a todos los llaniscos ausentes. Fue el momento más emocionante de la jornada. Y hoy, el día grande de las fiestas.