Con fervor, pasión, alegría desbordada y mucho sentimiento. Así vivió ayer la localidad llanisca de Nueva el día grande de las fiestas en honor al Santo Cristo del Amparo. La multitudinaria procesión, con cientos fieles custodiando la imagen del Hijo de Dios durante todo el recorrido, fue para la inmensa mayoría de los presentes el momento más importante de una jornada en la que, pese a los malos augurios meteorológicos, reinó el sol durante la primera parte del día en Nueva, para alegría de todos y cada uno de los devotos.

Decenas de hombres y mujeres, ataviados con batas blancas, invadieron la capilla del Cristo y sus alrededores durante el transcurso de la misa mayor, oficiada por el párroco de Nueva, Domingo González, a las doce en punto de la mañana. Detrás de cada una de las mortajas había una historia.

Ana Blanco escuchó parte de la misa con su nieta Sofía Bauta en brazos. Oriunda de la parroquia de Pría y residente en Gijón, no falta, siempre que sus obligaciones se lo permiten, a la cita con el Cristo del Amparo. "Es una fiesta de mucha tradición a la que viene gente creyente y no creyente", indicó. Desde que vino al mundo su nieta dejó de vestirse de aldeana para hacerlo de mortaja. "Nació prematura y le prometí al Cristo que si todo salía bien me vestiría de mortaja como ofrenda. Lo que se siente en la procesión es algo muy especial y difícil de explicar", dijo. Las riosellanas Eloina Martino y María José Martino, tía y sobrina, respectivamente, también procesionaron de mortajas junto al Cristo de Nueva, por quinto año consecutivo, con motivo de una promesa relacionada con su familia. "Tenemos mucha fe al Cristo", señalaron ambas.

Entre los asistentes a las celebraciones estaban los jienenses Leonor Jiménez, Juan Ruiz Martínez, María Luisa Bailén y Miguel Fernández. Los cuatro pasan sus vacaciones en la comarca. "Hemos venido a ver como son las fiestas en Asturias. Ayer (por el martes) estuvimos viendo la hoguera y nos encantó el ritual", señalaron.

Minutos antes de que saliese la imagen del Cristo desde su capilla, ya estaban colocándose para la procesión las hermanas María Rosa y María Elena Pérez Blanco, junto a Izán y Elena Peláez Pérez, hijos de la segunda. "Siempre que podemos nos vestimos de aldeanas y venimos al Cristo", señalaron. El pequeño Izán disfrutó de lo lindo de la fiesta, enfundado en un traje de porruano. Posaba encantado para las fotos junto a su hermana, vestida de aldeana llanisca.

Al filo de la una de la tarde una monumental traca que hizo temblar el suelo anunció la salida de la imagen del Cristo desde su ermita. Ángel Villar Sánchez, presidente de la comisión de festejos, lo vivió con intensidad. "La salida de la imagen del Cristo de la capilla es lo más", señaló. La procesión la abrió el estandarte, seguido del Grupo de Gaitas "Principado". Detrás iban cuatro ramos cuidadosamente engalanados con flores y panes dulces y salados. Los hermanos Pablo y Jorge Fernández de la Fuente, Manuel Fuello Blanco y Jaime Blanco fueron los encargados de portar a hombros el ramu mediano, decorado con azucenas.

"En el barrio de Triana todos plantan claveles para llevarlos al Cristo el 14 de septiembre", fue una de las estrofas que cantaron durante la procesión las más de doscientas mujeres ataviadas con el traje de aldeana llanisca. Detrás de la imagen iba la Banda de Música de Mieres, encargada con sus marchas, de dar solemnidad a la procesión.

El regreso del Santo Cristo del Amparo a la capilla entre vítores, tras casi una hora de procesión por Nueva, hizo caer más de una lágrima por los rostros de las aldeanas, que levantaban al viento las panderetas. La mañana festiva se dio por concluida con un festival folclórico y la danza del Cristo. Entrada la tarde la celebración siguió con una nueva muestra folclórica, la danza de los casados, pasacalles y verbena.