Los moradores que se enterraron junto al panteón tardoantiguo piloñés de Argandenes pertenecían a una familia visigoda acaudalada y de gran proyección pública en la comarca. Al menos eso defiende el equipo multidisciplinar de investigadores que coordina el arqueólogo Rogelio Estrada. Los expertos apoyan su teoría en la riqueza de los ajuares encontrados junto a media docena de cadáveres desenterrados en la segunda campaña, que se retomó hace casi un mes gracias a una subvención municipal de 7.000 euros.

Entre todos ellos destaca la doble tumba sobre lecho de pizarras ubicada en el aledaño oeste al panteón. "Los restos asociados indican que se trata de un varón y una mujer. Ella está situada a la izquierda, y a la altura de su oreja apareció un pendiente de arete con bucle, además de muchas cuentas de collar de vidrio de colores y alguna que podría ser ámbar", cuenta Estrada.

"Él presentaba restos de un cinturón y cuchillos, además de un dardo, instrumental de caza del que se conservó la punta de hierro y el regatón. Por los materiales y por la ubicación privilegiada en la que se enterraron parecen personajes muy principales de una familia con rango aristocrático cuyos descendientes, por ejemplo, bien pudieron haber jugado un papel destacado en los acontecimientos de Covadonga", apunta.

Los trabajos que ahora se centran en la zona oeste, al exterior del panteón, y que se prolongarán al menos una semana más, revelan que éste fue desmontado. "Primero retiraron la cubierta por el sector suroeste. Luego sacaron la cantería y quitaron la carga de mortero, diseminando esta última para regularizar el terreno, que posteriormente albergaría nuevos sepulcros. Hay carbones que no se analizaron en su día por falta de financiación y que ahora se van a enviar a Florida para ser datados", comenta Estrada.

El arqueólogo afirma que los restos de la construcción siguieron acogiendo nuevos enterramientos después de estar desmontada, muchos de los cuales habrían sido saqueados con posterioridad. En el edículo aparecieron un total de 19 individuos, los más antiguos del último cuarto del siglo V, según revelaron las pruebas radiocarbónicas. Los más modernos datarían del siglo VII. "Por el número de cadáveres aparecidos no parece descabellado pensar que en este sector de la necrópolis se enterrarían, a lo largo de unos doscientos años, los miembros de una misma familia. Aunque tal afirmación deberá ser corroborada en un futuro por los oportunos estudios de ADN".

Los enterramientos salieron a la luz a raíz de las obras para instalar un depósito de agua al este de Argandenes, en el paraje denominado Lladresa. El hallazgo fue posible gracias a la visita que realizaron al enclave Enrique Caso, Nieves Fernández, Eduardo Pérez y Luis M. Rebollar, quienes advirtieron la presencia de latericio romano en el desmonte de la obra y notificaron los hechos al Servicio de Protección de la Consejería de Cultura, que financió una actuación de salvamento que comenzó en noviembre de 2010.

El yacimiento es único por varios motivos. En primer lugar, porque no hay ningún otro panteón de este periodo en la cornisa cantábrica peninsular, pues son más propios del entorno urbano de la fachada levantina. En segundo lugar, porque el análisis polínico que investigadores de la Universidad de Santiago de Compostela van a realizar la próxima semana permitirá conocer los vegetales de la época y de ahí deducir el clima imperante.

Más: los objetos encontrados avalan que en aquella época se mantendría una gran circulación de gente y de mercancía en la zona y sirven para arrojar luz sobre una etapa poco conocida como es el periodo anterior a la formación del reino de Asturias. Para futuras campañas queda el reto de localizar la comunidad campesina asociada al cementerio, que podría estar en una zona superior. La investigación se inserta en un proyecto más amplio liderado por la Universidad de Oviedo y financiado por el Ministerio de Cultura, dirigido a conocer los modos de vida y la cultura material de esa etapa histórica de los astures.