Ángel FIDALGO

«Tengo la misma edad que la Gran Vía de Madrid, cien años». Con sentido del humor y una memoria envidiable, la ovetense María Luisa Solís Vizcaíno celebró ayer su centenario: el 10 del 10 de 2010, en su domicilio de la calle Milicias Nacionales, encima de la confitería La Mallorquina, muy cerca de donde nació, en la plaza de la Escandalera. Más carbayona, imposible.

Su centenario lo celebró de forma discreta en su domicilio, ya que como soltera que es, «aunque nunca me faltaron pretendientes ni de joven ni tampoco de mayor», repitió más de una vez, no tiene ni hijos ni nietos. Algunas amigas le tenían preparada una comida sorpresa, pero estos días casi no sale de casa por la dichosa gripe.

Su vida, aunque la dedicó en cuerpo y alma a su familia, recalcó María Luisa Solís, no fue para nada aburrida, y cuando echa una mirada hacia atrás asegura que no se arrepiente de nada.

«Primero cuidé de mis hermanas pequeñas y después de mi madre, lo que me dio muchas satisfacciones; trabajé en la tienda de ortopedia que teníamos y pude viajar mucho, que es una de mis grandes pasiones».

Nació en una casa del centro de Oviedo, donde ahora está el edificio de la Caja de Ahorros, en el que también vivían los padres de los oftalmólogos Luis y Álvaro Fernández-Vega, el primero de ellos ya fallecido, recordó María Luisa Solís.

En este edificio la familia tenía una tienda de ortopedia, conocida en Oviedo como la de Juanita Vizcaíno, que era como se llamaba su madre. «En ella trabajé durante muchos años y lo hice siempre muy contenta, porque me gustaba tratar con la gente y ayudarles a solucionar sus problemas».

En términos generales, confiesa que está satisfecha con la vida que le tocó en suerte, aunque dice sin tapujos que le hubiera gustado morir cuando su madre.

¿El secreto de su longevidad? «Creo que sólo tengo uno, al menos eso es lo que yo pienso: tener caridad con la gente».

Pero María Luisa Solís también cree que los paseos y la misa diaria, los conciertos en el Filarmónica y la ópera en el Campoamor le ayudaron a mantener su cabeza ágil y siempre ocupada. «Lo primero, doy gracias a Dios y, después, a todas estas cosas que me mantuvieron muy ocupada. Creo que la cabeza me sigue funcionado bien», explicó antes de relatar los muchos viajes que realizó por Europa.

Recuerda sus veranos en Nápoles, el tiempo que pasó junto a una de sus hermanas en Milán, donde vivía, y los viajes que realizó por Francia, Bélgica y Portugal. «Estos países me gustaron muchísimo, los llegué a conocer muy bien y aún los recuerdo perfectamente a mis cien años. Quién me lo iba a decir».