Profesor del departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo

Carolina G. MENÉNDEZ

Entre el cinco y el siete por ciento de la población escolar padece un trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), síndrome que repercute en el desarrollo de las capacidades del niño y, por tanto, en su rendimiento escolar. La labor del maestro en la detección de este síndrome es de gran importancia para poner en marcha todos los mecanismos que, tras un diagnóstico adecuado, ayuden al niño y a su familia en su tratamiento, según resalta Celestino Rodríguez Pérez, profesor del departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo. Este estudioso ofreció ayer una charla sobre las dificultades de aprendizaje de los niños afectados por este trastorno, así como de los protocolos de actuación. Dicha conferencia se encuadra en la programación de actos que desarrolla la Asociación de Niños Hiperactivos del Principado de Asturias para celebrar la V Semana europea TDAH.

-Todavía son muy pocas las personas que saben qué es el TDAH.

-Este desconocimiento se debe a que es un concepto nuevo en España, conocido apenas desde hace seis o siete años, aunque está evolucionando con mucha rapidez. Estados Unidos es el país de referencia en cuanto a su conocimiento y estudio, y el profesor Barkley, su máximo precursor. Allí se trata con normalidad desde hace años, al igual que en otros países europeos. En España, por el contrario, nos encontramos aún en el primer paso de este trastorno de origen neurológico y genético, que es el del diagnóstico, por su parte difícil de realizar y en el que ha de estar implicado un equipo multidisciplinar. Hay que tener en cuenta que en cada aula hay al menos un niño con TDAH.

-Hable de sus características.

-Se trata de un trastorno clínico pero con implicaciones en el sector educativo, ya que los niños manifiestan problemas de atención y de habilidades, dificultando así el aprendizaje. Y es que tienen problemas en comprensión lectora, de percepción temporal y de planificación y revisión del trabajo.

-Considera de gran importancia una detección a tiempo.

-El mayor problema de este síndrome es el tiempo, ya que si no se ataca a tiempo pueden aparecer problemas mayores que, además de fracaso escolar, se manifiestan en el comportamiento. Por el contrario, con una buena detección y una adecuada intervención, la evolución es muy positiva y pueden llegar a realizar estudios superiores porque tienen capacidad. En este sentido, el profesor es el que puede dar la voz de alarma para que los profesionales valoren si el niño padece un trastorno de conducta, ansiedad o un TDAH y entonces poner en marcha todos los mecanismos de ayuda necesaria: médica, psicológica, psiquiátrica, neurológica, farmacológica, educativa...

-¿Existe un solo tipo de TDAH?

-No, hay tres. En el primero los afectados padecen un déficit de atención, en el segundo manifiestan hiperactividad e impulsividad y en el tercero se combinan los dos anteriores.

-¿Cómo se diagnostica?

-Existen dieciocho criterios de diagnóstico, nueve relacionados con la conducta, seis referidos a la hiperactividad y tres centrados en la impulsividad. Pero para hacer un buen diagnóstico no sólo son válidos estos criterios, sino que también es conveniente evaluar los distintos aspectos por separado, además de la capacidad de ejecución del niño.

-¿Y tiene solución?

-El trastorno no se corrige, pero si al niño se le enseñan estrategias de autorregulación, autocontrol y concentración, los resultados son muy positivos. Y cada vez existen más programas que incluyen estas estrategias.

-¿Qué métodos de trabajo existen para afrontar el TDAH?

-Estos alumnos requieren de un plan individualizado, pero no son niños con necesidades especiales. Hay que sentarlos cerca del profesor, presentarles las explicaciones de forma diferente al resto o concienciarlos de que trabajen con la agenda, ya que conviene que tengan organizados los horarios y los programas. Requieren de mucha estructura.

-Por padecer un trastorno a veces se les protege en exceso.

-Es conveniente ser reforzantes con ellos y tienen que tener unos marcos de conducta estables. Hay que ser contingentes, siempre con afecto, y que sepan que existen límites. También hay que responsabilizarlos, socializarlos, ofrecerles alternativas.