En el volumen correspondiente a Asturias del Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de Pascual Madoz, publicado entre 1845 y 1850, en el apartado dedicado a Oviedo, entre muchas otras cosas, dice lo siguiente del Campo San Francisco: "Las cercanías de la ciudad presentan la vista más pintoresca, deliciosa y grata que imaginarse puede, principalmente desde que se anuncia la primavera hasta fines de otoño".

Y añade: "El campo llamado de San Francisco por la variedad y multitud de árboles que en él hay, el aroma que despiden en aquella estación, y la alfombra que forman las flores, solo a un poeta es dado describirle. Hízose en él por el ayuntamiento un paseo que se conoce con el nombre de Bombé: tiene dos hileras de acacias, espineras, castaños de Indias, tilos y otros árboles que le amenizan sobremanera; tiene también al oeste un jardín de exquisitas flores, en forma de faja, el cual se halla dividido del campo por medio de un enverjado de buen gusto: hay en él los correspondientes asientos y canapés para descanso de los concurrentes. Si llega a realizarse el proyecto de Jardín Botánico, que está planteando a sus inmediaciones la Universidad Literaria, le dará indudablemente mayor realce. Por el centro del campo va la carretera de Chamberí, que dirige a los baños termales de Priorio, y a la Fábrica de Trubia".

Alguno de ustedes se preguntará ¿Chamberí, y este por dónde transitaba? Pues, ya decía Jovellanos: "Entre estos paseos se distingue el llamado del Chamberí, obra del celoso magistrado Isidoro Gil de Jaz, el más cómodo, el más extendido, el más adornado y frondoso de la ciudad. Los árboles que le guarnecen de diferentes especies y tamaños, y las huertas, sotos y prados que se ven a uno y otro lado, le hacen singularmente delicioso". Al paseo de Chamberí o carretera de Galicia, comúnmente se le conocía como de la Silla del Rey, por el canapé de piedra en que termina, el cual tiene una inscripción recordando al monarca Carlos III y a su regente, que terminó la obra en 1776.

Al menos hasta finales del siglo XIX, no se encuentra mención a escultura alguna en el Campo. Fermín Canella proclama en 1888: "Porque se trata del centro de esparcimiento y descanso de los vecinos de Oviedo, que tanto admiran los forasteros, faltan otros detalles como la colocación de estatuas y adornos". Hay que aguardar hasta el XX para que comience a florecer la sobresaliente exposición en bronce y piedra, que en el día de hoy ameniza las cuatro esquinas de este vergel urbano. A las descritas en el capítulo anterior añadiremos las siguientes.

Creada en 2014 por el escultor argentino Pablo Irrang, en homenaje a Quino, nos aguarda en las inmediaciones del estanque de los Patos, sentada en un banco, con la sonrisa en los labios, un personaje de viñeta inolvidable: Mafalda. Esa regordeta niña de seis años, que irrumpió en nuestras vidas como un torbellino allá por la década de los sesenta del pasado siglo. La siempre escéptica, contestataria, irónica, inquieta, inteligente y militante luchadora por la igualdad social, Mafalda, que, aunque ellos no la entiendan, es la más visitada por los niños. A un par de metros, uno de los más notables escultores asturianos, el piloñés Félix Alonso Arena (Villamayor, 1931), aventajado discípulo de Paulino Vicente, nos deleita con un precioso trabajo en bronce, "Maternidad" (2003). Ya, en el paseo de la Rosaleda, sale a nuestro encuentro el reconocido escritor lavianés Palacio Valdés (1853-1938), Hijo Adoptivo de Oviedo, forzoso merecedor de este homenaje, ya que en "El Maestrante", una de sus mejores novelas, sitúa la trama en nuestra ciudad . La obra es del escultor nacido en Cangas de Onís, Gerardo Zaragoza (1902-1985); busto en bronce y pedestal de piedra realizado con motivo de su primer centenario 1853-1953. ¿Qué carbayón de pura cepa no figura en el archivo de Josefa Carril, Josefa la Torera? Como bien dice Juan de Lillo: "llevaba cuarenta años instalada en el campo de San Francisco con su cámara oscura de trípode, ante cuyo objetivo manual, "que sale el pajarito", no había quedado soldado, chica de servicio, aldeano o niño sin posar con cara de circunstancias, figura envarada y sonrisa de cera".

Este personaje inolvidable en la nómina ovetense se encuentra inmortalizado en un grupo escultórico realizado por el escultor ovetense Mauro Álvarez (Oviedo, 1945), recreando la cámara de caja y su correspondiente pañolón negro; la silla en la que sentaba a sus parroquianos y el caballito de cartón con el que arrancaba la sonrisa de los infantes.

Por la derecha del estanque y de la portada de San Isidoro el Viejo, nos acercamos a visitar el busto de Manolo Avello (1924-2002), que se autodefinía como católico, apostólico y prerrománico. Cronista de Oviedo, escritor y representante por excelencia del humor, la ironía y la célebre retranca ovetense fue inmortalizado en 2003 por el escultor candasín Vicente Menéndez Prendes, "Santarúa", inaugurado en 2003.

Un poco más arriba, destaca el busto de un maestro allandés que ejerció en Oviedo durante cerca de cincuenta años, Juan Rodríguez Muñiz, tan querido por sus alumnos que, un grupo de ellos, en 1927, por suscripción, abonó su importe. La escultura en mármol es de Mauro Álvarez, ya que la original, de Víctor Hevia Granda, sufrió tales actos de vandalismo que fue imposible recuperarla. Como curiosidad podemos destacar que esta fue la primera figura instalada en el Campo. Más arriba de la Fuente de las Ranas se encuentra el busto en bronce de Paulino Vicente, aquel señor tan amable que a mí, además de devoto admirador de su pintura, me impresionaba cuando lucía elegante capa sobre los hombros. Félix Alonso Arena fue el encargado de elaborar su busto en bronce.

Por debajo de La Herradura nos topamos con un homenaje al peregrino más famoso en el Camino Primitivo, el cual realizó el viaje a Santiago a principios del siglo XIII y, además, da nombre a este entorno: San Francisco de Asís. Destaca en la soledad de la pradera esta escultura en piedra, obra de Enrique del Fresno, instalada en 1949, que anteriormente se encontraba al pie del pórtico de San Isidoro. Por debajo del estanque de Covadonga podemos admirar otra obra de Félix Alonso Arena, el busto en bronce de uno de los personajes más importantes que en el pasado siglo conformaron la historia de Oviedo: Alfonso Iglesias, inolvidable creador de los entrañables Telva, Pinón y su sobrino Pinín. Magnífico dibujante y acuarelista y, por encima de todo, una gran persona. Inventor del madreñogiro y del Día de América en Asturias.