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Escuela infantil de Colloto

Las "segundas mamás" de Colloto

Las educadoras de la escuela infantil lloran "todos los años" cuando los niños que vieron crecer desde bebés abandonan el centro para incorporarse al colegio

Mónica García cambia a una de las niñas.

Jessica Briones reconoce abiertamente que todos los años, cuando uno de los niños de la escuela infantil de Colloto deja el centro para incorporarse al colegio, se le escapan unas cuantas lágrimas. No es la única a la que le pasa. A sus compañeras Rosana Peinó y Mónica García, que trabajan junto a ella como educadoras, también se les inundan los ojos al ver partir a unos pequeños a los que, en muchas ocasiones, comenzaron a cuidar con tan solo meses de vida.

"A la mayoría comenzamos a darles el biberón cuando eran muy pequeñitos, y eso siempre crea un vínculo muy fuerte. En realidad somos como una segunda mamá para ellos. Aún así, no nos queda más remedio que apretar los dientes, hacer de tripas corazón y esperar a que lleguen unos niños nuevos para cuidarlos con el mismo cariño", señala Peinó. Hasta María Cavallé, la conserje de la escuela, trata a los pequeños como si fueran sus propios hijos. "Pasamos muchas horas con ellos y te encariñas, es inevitable", dice.

Aunque la mayoría de los peques aún no han cumplido los tres años, sus profesoras están convencidas de que las escuelas infantiles tienen mucho peso en el desarrollo posterior de los niños "como personas y como estudiantes". Según defiende Jessica Briones, "hay estudios que demuestran que los primeros años de vida son muy importantes para futuros aprendizajes".

Pero el método para sacar lo mejor de un niño de esta edad no se basa en la disciplina, ni mucho menos. "Los pequeños de hasta tres años tienen que jugar y experimentar, ir un poco a su bola, dentro de un orden, claro está. Ésas son las bases con las que trabajamos aquí", explica Briones mientras una de las niñas, Ana Argüelles, corretea sobre una alfombra de burbujas de plástico explotando todas las que puede, a la vez que presume de su elegante vestido por encima de las rodillas. "Este tipo de cosas es lo que solemos hacer. Utilizamos muchos materiales reciclados para que ellos experimenten con sus formas, su tacto...", añade la educadora.

Y es que en la escuela infantil de Colloto casi no hay "juguetes al uso". En vez de usar muñecas o coche teledirigidos, los pequeños se divierten con botellas de plástico, pinzas de tender o rulos de colores de los que se utilizan para moldear los cabellos en las peluquerías. "Cuanto menos hagan los juguetes más tendrá que trabajar la mente de un niño para sacarles partido y divertirse", señala Mónica García, con el pequeño Telmo Muñiz en su regazo. "Tiene 14 meses y lleva aquí casi desde que nació", explica esbozando una sonrisa que el niño le devuelve con complicidad. Así, "con las botellas, por ejemplo, estimulamos sus capacidades sensoriales, con los tapones empezamos a contar, a agrupar por colores...", subraya Rosana Peinó.

En la escuela trabajan seis educadoras (dos a jornada completa y cuatro a media jornada), la conserje, una cocinera, la limpiadora y la directora, que también está al frente de la escuela infantil Dolores Medio de Oviedo. Actualmente hay 27 niños. El centro cuenta con tres aulas perfectamente equipadas con todo lo necesario para cada franja de edad, desde cunas y cambiadores para los más pequeños hasta "pequeñas camitas" para que descansen los mayores después de las comidas. "Esta es la mía, esta es la mía", muestra con orgullo Stefano Cornuona.

Desde las ocho de la mañana y hasta las cinco de la tarde, los niños y las educadoras conviven diariamente estrechando lazos difíciles de desatar. "Hay muchos niños que estuvieron con nosotras y ya son mayores que aún vienen a vernos", subraya Rosana Peinó.

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