Lo confieso, cuando escuché las palabras de Anquela en la previa no las creí. Hablaba el entrenador del Huesca, verbo grácil y facilidad para regalar titulares, que su equipo saldría valiente al Tartiere, que estaba preparado para el reto y que nunca se había arrugado en grandes escenarios. Lo traduje rápidamente por un Huesca defensivo, agazapado, buscando la contra. Nada de eso. Los de Anquela se mostraron como un equipo ordenado, con las cosas claras y pulcro con la pelota. Sin alardes, pero aseado. Mostrando mucho más que otros rivales por la permanencia, como la Ponfe, por ejemplo, que no hace tanto pisó el Tartiere sin mucho ímpetu. El Aqnuela demostró en el municipal ovetense que posee una de las virtudes más perseguidas por Generelo: un conocimiento exacto del rival. Se sintió cómodo cuando el Oviedo tuvo la pelota porque no le exigió demasiado esfuerzo defensivo y cuando se hizo con ella, supo perfectamente por dónde salir. Se había estudiado el mapa del Tartiere y sabía por dónde podía escapar con vida.

Centrocampista también en el banquillo

Da la impresión de que Generelo adoptó por el 4-4-2 confiando en la rutina, nada de sobresaltos, pero que el sistema al que profesa fe es el 4-2-3-1. Centrocampista de carnet, el entrenador no ha dudado en poblar el centro del campo en cuanto ha tenido oportunidad. Digamos que el estado de forma de Koné (movilidad, talento y desmarques) y Toché (gol, gol y gol) le obligaban a un dibujo de dos delanteros. A la primera alteración, lesión del africano ante el Numancia, a Generelo le salió la decisión natural: situó a Borja Valle detrás del punta en vez de sacar a Linares. En Tarragona insistió en la idea. Ante el Huesca, también. La apuesta de Generelo también premiaba a Edu Bedia, un futbolista al que se le han ofrecido varias oportunidades de forma discontinua, pero sin capítulos seguidos. Cuando ha intentado engancharse al argumento, ha tenido que hacer esfuerzos por acordarse del guión.

La acumulación de centrocampistas tiene varios efectos en el Oviedo. El equipo tiene un mayor control del balón pero en muchas ocasiones éste es superfluo. Es como si cada pase sirviera más para la autoestima del equipo que para crear peligro. Teniendo la pelota evitas los sustos del rival. La posesión como arma defensiva. En realidad sigue la teoría explicada por Generelo desde el primer día, cuando anunció que quería un equipo que tuviera la pelota y defendiera con orden. Otro tema a analizar es qué pasa con el ataque.

Extrañando a Koné

Toché echa de menos a Koné. El africano ofrece salida al juego, un respiro en el momento de más agobio, y centra las miradas. Los centrales nunca pueden perderle de vista porque puede aparecer en cualquier momento en una de esas visitas incómodas para un zaguero. Toché, que suele expresarse con la misma claridad con la que define ante los porteros, ya ha expresado varias veces sus preferencias. "Para mí es más fácil jugar con dos delanteros", manifestó en su día. Sin Koné en el campo, la atención se fija en Toché. El murciano le gusta aparecer cuando nadie cuenta con él, sin invitación previa, de ahí su familiaridad en el área, pero sin Koné tiene demasiada vigilancia. Jugar solo en punta perjudica su mayor virtud: la invisibilidad.

Del control al desorden

La necesidad hace agudizar el ingenio. También buscar ideas a la desesperada. Había marcado Mérida al inicio de la segunda mitad y Samu Saiz, partidazo entre líneas, había advertido de que el daño podía ser peor. Generelo buscó soluciones y, antes que lo futbolístico, apeló a lo emocional. Diego Cervero entró al campo y la ovación de la grada anunciaba que empezaba otro partido, donde el ruido volvía al primer plano. La agresividad (equipo y afición) estaba asegurada. Quedaba encajar las piezas futbolísticas para añadir más argumentos al intento de remontada. El entrenador decidió arriesgar en su apuesta. Se fue Dani Bautista (central) del campo y el equipo defendió con tres atrás. Arriba, tres delanteros puros, tres arietes, tres hombres de área: Toché, Linares (algunos metros por detrás) y Cervero. Pocas veces se ve una apuesta tan decidida con tanto tiempo por delante. El equipo buscó la portería rival con una intensidad que muchas veces se confundió en precipitación. Sobraron los balones frontales y se echaron en falta más centros laterales. El Huesca tapó a Susaeta y por ahí empezó a respirar. El vasco solo encontró un resquicio para lanzar una de sus invitaciones, con Toché como destinatario pero apareció Leo Franco, 38 años, para demostrar que los porteros tienen una fecha de caducidad prolongable.

El paso hacia adelante pendiente de los azules

Hasta ahora, al Oviedo le habían sostenido los resultados pero en la búsqueda de un paso más se antoja necesario un plus. La temporada pasada, por ejemplo, la comunión entre grada y equipo y la experiencia del grupo hicieron que el equipo se creciera en el Carranza. El Oviedo de Egea se agarró a las tablas y el buen ambiente para lograr el objetivo. Esta temporada sin embargo, no se ve al equipo con el mismo aplomo y la química no es tan fluida. Con siete jornadas por delante, cerrar la entrada en el play-off debe ser el objetivo prioritario. Y el calendario es exigente hasta el final.