Cuba parece abrirse al cambio con el anuncio de que los cubanos podrán viajar al extranjero o habrá más facilidades para la adquisición de bienes de consumo. Eso serán los primeros síntomas públicos de los movimientos en el poder político.

El VI Congreso del Partido Comunista de Cuba celebrado en La Habana en abril pasado empezó con el discurso de Raúl Castro definiendo éste como «el órgano supremo dentro del partido, según el artículo 20 de los estatutos». Este congreso se llevaba preparando desde el día 1 de diciembre del año 2010. Participaron en él mil delegados que representaban 800.000 militantes. En los debates previos mediaron casi nueve millones de personas (la población de Cuba es de 11 millones), que llevaron a acabo 163.000 reuniones y se registraron más de tres millones de intervenciones directas.

Tal volumen de personas implicadas da una idea de la red social que abarca el partido único. Pero también demuestra que su mastodóntica composición le hace moverse como un viejo caballo achacoso. El mayor trabajo de toda esta población participante fue la modificación de lo que llaman «Lineamientos», destacando los referentes a la política social, económica, la vivienda o el transporte. Y un asunto espinoso por abarcar a toda la sociedad, como es la supresión de la canasta básica, o libreta de racionamiento, que, si en los años sesenta, fecha de su implantación, resolvió el problema alimenticio, con el tiempo se convirtió en unas migajas, aunque necesarias dentro de la suma escasez. Algunos delegados propusieron la supresión radical de esta ayuda, pero Raúl dijo que en Cuba, «bajo el socialismo, no hay espacio para terapias de choque contra los más necesitados que son los que apoyan la revolución con mayor firmeza». Dicho así parece cierto, pero tal vez los más necesitados son los primeros en renegar del sistema que en cincuenta años no ha conseguido darles una vida medianamente satisfactoria. Y otro asunto complicado: la unificación monetaria. Ahora hay dos monedas en circulación: el peso cubano, 26 pesos cubanos equivalen a un CUC o peso convertible, llamado popularmente «chavito», cuyo cambio ahora es de 1,37 por euro, según el Banco Metropolitano de Cuba. Un sueldo medio es de 290 pesos cubanos, unos 9 euros. Un cargo directivo alrededor de 500 pesos cubanos, 15 euros.

Raúl Castro abogó por «no abandonar a ningún cubano de la asistencia del Estado», pero acto seguido insistió en la necesidad de eliminar quinientos mil empleos, labor que ya comenzó hace unos meses, y cuyas personas se encuentran en pleno desamparo. El Estado no puede pagarles como funcionarios, pero tampoco como parados. ¿Qué hacer con ellos? Se están dando oportunidades para el empleo por cuenta propia (cuentapropistas), según una larga lista de 178 actividades profesionales, algunas curiosas, como hojalatero, oxicortador, gestor de viajeros o personas que tramitan pasajeros de los taxis particulares en las terminales. Así lo explicó Marino Murillo, ex ministro de Economía, que, en palabras recientes del periodista Carlos Alberto Montaner, podía ser uno de los destacados miembros de futuros gobiernos de la siguiente generación, encargado, en este congreso, de disciplinar a los participantes para que no pongan peros a las propuestas de Raúl. De hecho, acabó por ser incluido en el buró político.

En los 27 folios de discurso Raúl Castro desgranó la trayectoria social y política del país, sin olvidar el recurrente del enemigo del Norte, los EE UU, «su intervencionismo, ahora unido a la OTAN contra pueblos del Tercer Mundo para saquear sus recursos». Haciendo mención también a uno de los poetas y pensadores más ilustres de la isla, Cintio Vitier, fallecido en octubre de 2009, que fuera diputado de la Asamblea Nacional, citando uno de sus postulados: «Si la Revolución fuera derrotada, caeríamos en el vacío histórico que el enemigo nos desea y nos prepara, que hasta lo más elemental del pueblo olfatea como abismo». Que suena más a poema que a premisa política.

Hay una generación intermedia, de alrededor de los 50 años, como el médico Carlos Lage, ex vicepresidente del Consejo de Estado, o Felipe Pérez Roque, ex ministro de Exteriores, destituidos en 2009, cuando hablaron inadecuadamente de los «viejitos» del poder. En sendas cartas de renuncia el primero concluía: «?mi nuevo puesto de trabajo será una oportunidad para continuar sirviendo a la Revolución, y siempre, como hasta hoy, seré fiel al Partido a Fidel y a Usted». Y Pérez Roque terminaba la suya: «Continuaré defendiendo, con lealtad y modestia, a la Revolución, con cuyos principios e ideales estaré plenamente comprometido». Es decir, el miedo guarda la viña. Y ahora sucede algo así con Abel Prieto, ministro de Cultura, de 62 años, excluido de los principales órganos de gobierno. Tal vez por pertenecer a la UNEAC, Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, de donde habían aflorado algunos artículos demasiado críticos con el régimen.

La generación de los mayores está encarnada en el presidente Raúl Castro Ruz, ahora elegido primer secretario del partido en sustitución de Fidel, de 79 años, o el vicesecretario del partido, José Ramón Machado, 79 años; Melba Hernández Rodríguez del Río, 89 años, o José Ramón Fernández, de origen asturiano, medalla de oro de Asturias 2009, que cumplirá 88 años en noviembre, General de brigada en la reserva desde 1996, y presidente del Comité Olímpico Cubano. El buró político, que está formado ahora por quince personas con una media de edad de 68 años, y una sola mujer, como dijo Raúl: «más bien poco», la más joven, Mercedes López Acea, de 46 años, ingeniera forestal, que es también primera secretaria del PCC.

Y la generación más joven, en la que se puso gran énfasis en la manifestación del sábado 16, donde, a los vivas tradicionales del locutor: «¡Viva Raúl! ¡Viva Fidel! Y ¡Viva la Revolución!», se unieron los de: "¡Viva la juventud cubana! ¡Vivan los jóvenes cubanos! ¡Vivan los jóvenes de hoy! ¡Vivan los continuadores de la patria!». Haciendo hincapié en la presencia «de los muchachos de la enseñanza básica, y los "camilitos", futuros oficiales de las Fuerzas Armadas, estudiantes de ciencias médicas, Unión de Jóvenes Comunistas, y los universitarios de La Habana». Tal vez un guiño a esta población joven, a la vista de lo que sucede en las calles de los países totalitarios árabes.

Además hay una amalgama de personas en la disidencia: Las Damas de Blanco, que acaban de recibir el premio de Derechos Humanos de Estados Unidos, y que ya poseen el «Sajarov» del parlamento Europeo 2005. Los «blogueros», como nuevo movimiento de protesta. Los disidentes recientemente excarcelados y que se han quedado en la isla. Y los disidentes clásicos, como Oswaldo Payá, Fundador del Proyecto Varela que acaba de publicar una «Hoja de ruta para el cambio», «para dar a los ciudadanos los derechos a la libre expresión y asociación y todos los espacios de participación en un dialogo nacional y elecciones libres». El médico Darsi Ferrer, el periodista Guillermo Fariñas. Elizardo Sánchez, presidente de la Comisión de Derechos Humanos. Marta Beatriz Roque junto a Vladimiro Roca y Félix Boone, que participan en la Asamblea para Promover la Sociedad Civil. Manuel Cuesta Morúa, del Partido Arco Progresista. Óscar Espinosa Chepe, periodista independiente. Óscar Elías Biscet, médico, creador de la Fundación Lawton por los Derechos Humanos. O Eloy Gutiérrez Menoyo, fundador de Cambio Cubano, entre otros.

Los anunciados cambios están dentro del partido, nada fuera de él. Como dijo Raúl: «Potenciaremos el papel del partido como máximo exponente de la defensa de los intereses del pueblo cubano». Un cambio a lo árabe, con una protesta de calle, ahora en Cuba es impensable, dado el férreo control del Estado sobre el ciudadano. No hay más que escuchar al rector de la Universidad, y miembro del Comité Central, Gustavo Cobreiro Suárez, quien declaraba hace unos días a una televisión rusa: «Nuestro propósito es formar patriotas y líderes para el país». Un postulado más político que académico, considerando la Universidad como un vivero revolucionario, nada que ver con el tradicional concepto libertario de esta institución de enseñanza.