Hace algunos años que Luis Suárez Lanzas (Oviedo, 1957) viene planteando una personal y atractiva versión del paisaje urbano, tratado por procedimientos informáticos a partir de la fotografía y superponiendo luego sobre esa superficie figuras geométricas lineales para establecer un juego visual que es tanto de relaciones como de contrastes. Del éxito de esa propuesta puede ser indicativo el hecho de que, además de ser seleccionada su obra en distintos certámenes, obtuvo en el año 2005 el premio del Certamen de Arte de Luarca y el de Pintura de la Junta General del Principado. Es ahora sin embargo cuando esa obra parece haber adquirido una mayor perfección y entidad plástica, mayor refinamiento también, por lo menos en lo que puedo recordar en relación con su anterior exposición en esta misma galería hace dos años. Esa positiva evolución pasa en mi opinión por dos factores: por una parte, las calidades obtenidas en la manipulación del soporte fotográfico, más estéticamente depurada, con la que consigue una sugestiva gama de densidades cromáticas que saturan el campo visual y se constituyen en armonioso elemento desmaterializador de las formas figurativas y, por otra parte, la sustitución del trazo manual realizado sobre la superficie, que quizá adolecía de cierta titubeante tosquedad, por la linealidad producida por ordenador, conformada en cuadrados encadenados, que aporta precisión, pureza y una más armoniosa ordenación compositiva.

En el ejercicio pictórico que Luis Lanzas realiza, y de pintura hablamos como hoy en día sucede por más que la obra discurra y encuentre su ser por procedimientos alejados de ella, la fotografía va perdiendo su referencia original, y también su naturaleza como disciplina, para convertirse fundamentalmente en una muy enriquecida superficie plástica en la que se otorga un total protagonismo a la luz y el color que absorben y hasta cierto punto disuelven la forma. Ello no significa que la obra pierda en la misma medida y a niveles más profundos sus vínculos temáticos, porque la relación con el paisaje urbano se mantiene en su latencia y en la mirada fragmentada, aunque esa relación pase por una mayor libertad en el uso de los elementos formales.

En cierta manera casi podría decirse que se intensifican las sugestiones geométrico-arquitectónicas tanto por las expresivas distorsiones de la imagen como por las figuras geométricas modulares que, además de introducir sensaciones dinámicas, podrían hacernos recordar, a mí me sucedió, el acercamiento a ese motivo de lo constructivo por las líneas del Mondrian de la época americana o las celdas, conductos y circuitos de Peter Halley. Como quiera que sea, Luis Lanzas realiza ahora una obra más sugestiva en la que color, luz, volumen y formas la hacen a la vez lírica y geométrica, fría y cálida, con sensaciones plásticas en torno a la ciudad.