Arquitecto

Oviedo, Pilar RUBIERA

A Miguel Ángel García-Pola Vallejo, de familia asturiana de Avilés, lo nacieron en Reinosa hace cincuenta y tres años. El motivo fue que su madre, natural de la localidad cántabra, tenía allí un hermano ginecólogo y los hermanos Pola iban a nacer a esa tierra. Titulado por la Universidad de Valladolid, García-Pola es un arquitecto serio, tímido y autocrítico. Con poca obra, pero reconocida. Goza del respeto de su profesión y en el Colegio de Arquitectos todavía se recuerda su paso por una de las directivas, como responsable de actividades culturales. Uno de sus últimos trabajos, el consultorio de Tudela Veguín, obtuvo un accésit del premio «Asturias» el pasado año.

-¿Por qué ha hecho tan poca obra?

-No todo el mundo adopta la profesión de igual manera. Siempre tuve claro que en el momento en que no pudiera ejercer la arquitectura como yo la entiendo, no la haría. La mayoría de lo que se hace hoy es construcción y yo prefiero no construir a construir mal. Siempre intenté preservar ese desarrollo de la profesión y eso te lleva a restringir mucho tus opciones. Y, por otra parte, ésta es una profesión dura, de un alto grado de exigencia, no sólo profesional sino también económico.

-¿Se arrepiente?

-Más que arrepentirme considero que he hecho pocas cosas. En muchos casos, las posibilidades económicas hacen que tus oportunidades disminuyan porque una hipotética dirección de obra es muy cara.

-¿De cuál de sus proyectos se siente más satisfecho?

-De ninguno, todos me producen insatisfacción.

-¿La arquitectura le produce insatisfacción?

-Todo lo contrario, la vivo con intensidad. Esa insatisfacción me hace vivir de manera intensa la arquitectura. Es mi tensión. Mi vida gira en torno a la arquitectura.

-Tengo la impresión de que usted es muy duro consigo mismo.

-Soy antimediocridad, lo que no quiere decir que yo no sea mediocre. Y en ese planteamiento soy muy rotundo. Diría que soy de convicciones firmes.

-¿Qué arquitectos o qué edificios le gustaría haber hecho?

-Me gustan muchos. Herzog&De Meuron, por ejemplo, porque tienen una obra muy diversa. Acabo de conocer el Lincoln Road de Miami, uno de sus edificios, y me gusta muchísimo. Es una estructura de hormigón a la que le han dado un toque de lo que se denomina «modernismo tropical» que sobresale por encima del Distrito Histórico Art Déco de Miami. Es una estructura de cinco niveles que incluye aparcamiento, espacio comercial y restaurante. También me gusta el Guggenheim de Nueva York.

-¿La arquitectura de las grandes figuras es un reclamo para las ciudades?

-Sin duda, pero eso no quiere decir que esas arquitecturas transformen las ciudades. En España, por ejemplo, lo ha hecho el Museo Guggenheim de Bilbao, pero pocas más. Yo he visto autocares que vienen a visitar el Palacio de Congresos de Calatrava, en Oviedo.

-¿Qué le parece el edificio?

-Lo veo como un edificio que molesta en la ciudad, es ajeno y desproporcionado. Tiene una superficie de manzana similar a la de la Catedral cuando fue construida, pero la catedral está pensada para poder ser vista desde la proximidad y desde la lejanía, es un verdadero icono tradicional. Todo lo contrario que el de Calatrava.

-¿Qué edificios le gustan de Oviedo?

-Me gusta mucho el remate renacentista de la torre de la catedral, de Juan Gil de Hontañón, y Santa María del Naranco.

-¿Y qué piensa del que se construye de Niemeyer en Avilés?

-Me parece que puede llegar a ser el faro de la ciudad.

-¿Por qué está tan poco reconocido el trabajo del arquitecto en la sociedad?

-Creo que, afectivamente, no hay ningún tipo de reconocimiento hacia nuestro trabajo. Reflexiono con frecuencia sobre ello. Imagino que nosotros tendremos algo que ver en ello. También puede haber un problema de educación y de desconocimiento del lenguaje. En teoría, la arquitectura es una de las bellas artes, pero hay muchos especialistas o interesados en la cultura que conocen mucho un campo de la misma y desprecian o desconocen los otros. Hay gente que ama la música o la literatura y es impermeable, por ejemplo, a la pintura abstracta. No sé muy bien por qué ocurre, pero es así. Lo he hablado mucho con el escultor Fernando Alba y no hemos llegado a una conclusión definitiva.

-¿Tendrá que ver con el buen o el mal gusto?

-Creo que es un problema de formación. Hay elementos de diseño industrial bellísimos, como coches, ordenadores, televisiones o teléfonos móviles que la gente compra, imagino que porque le resultan atractivos, y esa misma gente pone en el portal de su casa esas rejas horribles, por citar un ejemplo que a mí me resulta sorprendente. O tiene en su casa una televisión de última generación con unos muebles horribles. Esa falta de coherencia me hace pensar. ¿Qué entiende la gente por bello y por feo? Admiro la obra de Mies van der Rohe, lo más parecido que hay en Oviedo a ella es el edificio de Hidroeléctrica del Cantábrico y es más que probable que no entusiasme a la gente. La arquitectura que tenemos aquí es la que demanda la sociedad, no es la arquitectura de los arquitectos como yo la entiendo.

-¿Se presenta a muchos concursos?

-Es mi medio de trabajo, pero cada vez nos presentamos más, hay concursos de 200 o 300 personas y ganarlos es casi una lotería. Me presento, sobre todo, a los de ideas porque me parecen una competición limpia, con un jurado profesional, me apasionan. Pero eso significa plazos de tiempo muy cortos, trabajo de día y de noche, tanto que no te puedes poner enfermo.

«Veo el Palacio de Congresos de Calatrava en Oviedo como un edificio que molesta en la ciudad, ajeno y desproporcionado»

«Soy antimediocridad, lo que no quiere decir que yo no sea mediocre. Y en ese planteamiento diría que soy de convicciones firmes»