El libro más caro del mundo, según cálculo de hace más de medio siglo, no llegó a editarse. Se trataba de una edición lujosa del Apocalipsis, de textos de Hemingway, Malraux, Eliot y otros autores que no recuerdo, ilustraciones de Fujita, Picasso, Henri Matisse, etcétera, y una tirada reducida a siete ejemplares. Considerar un libro caro o barato es degeneración moderna. Una obra de otra época, como el «Libro de la felicidad», compuesto por deseo del sultán Murad III, no tiene precio porque quienes lo realizaron no reparaban en gastos. Recientemente, el editor Manuel Moleiro ha hecho asequible esa curiosa maravilla. No podían faltar los pájaros en ese universo encantado. Una de las pinturas representa a las aves de todas las especies (abubillas, loros, perdices, grullas, pavos reales, halcones) que salieron en busca de Dios, según se refiere en el poema «Mantiq al-tayr» o «La conferencia de las aves», del poeta místico Farid al-Din Attar. Otras aves de este libro (águilas, buitres) recogen las gemas y diamantes adheridos a la carne arrojada por los mercaderes a un valle lleno de serpientes y piedras preciosas, según se relata en el segundo viaje de Simbad.

Ahora leo en la prensa que una obra clásica de ornitología, «Birds of America», de James Audubon, sale a subasta en Sotheby's con un valor estimado entre los cuatro millones ochocientos mil euros y los siete millones doscientos mil. Lo supongo en la línea de la «Historia de los pájaros ingleses», de Bewick, entre cuyas páginas Jane Eyre se sentía feliz, especialmente, según Charlotte Brönte, en «las que trataban de las guaridas de las aves marinas, de los promontorios y de las rocas habitadas únicamente por aquéllas, de la costa de Noruega, cuajada de islas desde su extremo sur, el Lindeness o Naze, hasta el Cabo Norte».

Audubon fue un naturalista de la época romántica, citado por Charles Darwin y Saint-John Perse, en «Vientos» («Y no eran suficientes todos tus animales pintados, Audubon, pues falta unir a ellos algunas especies desaparecidas: la torcaz emigrante, el chorlito boreal y el gran Auk»), estudioso de aves y cuadrúpedos. Saint-John Perse, a su vez, compuso un hermoso poema, «Oiseaux», sobre los pájaros de Braque: «Pájaros de Braque y de nadie más...».

No se puede hacer recuento rápido de los grandes pájaros de la literatura: la conversación matinal de Romeo y Julieta sobre si canta el ruiseñor o la alondra, el vuelo del águila romana de César a Carlomagno en Dante (afirmación de una tradición ininterrumpida); el águila de la Pítica primera de Píndaro, «soberana de las aves»; el ruiseñor de Keats, los albatros de Coleridge y Baudelaire, el pájaro blanco de Poe, el pavo real de fray Luis de Granada o la vasta ornitología biológica y poética de William Henry Hudson. O los pájaros rituales de fray Bernardino de Sahagún, entre los que se incluye Quetzalcoatl, con su plumaje «a manera de llamas de fuego». Pájaros, en fin, lujos de la literatura.