Benedicto XVI, de 84 años, acaba de nombrar arzobispo de Milán al cardenal Ángelo Scola, de 69, y el hecho ha sido interpretado como que el pontífice alemán señala quién ha de ser su sucesor en la silla de Pedro. Sin embargo, estas cosas las carga el diablo. Cuando en 1995 había ya constancia de que Juan Pablo II padecía dolencias importantes, concretamente el Parkinson, el vaticanista Peter Hebblethwaite -biógrafo de Juan XXIII y Pablo VI- publicó junto con su esposa Margaret el libro «The Next Pope», en el que señalaba a los posibles sucesores del Papa Wojtyla, y entre ellos al cardenal Martini, entonces titular de Milán. Pero el papa polaco viviría aún una década más al frente de la Iglesia católica, al tiempo que los hipotéticos papables se iban agostando o desapareciendo.

Por su edad, Ángelo Scola sería papable en el rango que va de los próximos cinco a los nueve años, aproximadamente, un cálculo basado en que Joseph Ratzinger fue elegido con 78 años. Pero el factor de la edad no es suficientemente indicativo. El colegio de cardenales, llegado el momento, podrá inclinarse por un papa más joven, o por uno que no divida al episcopado italiano -algo que viene sucediendo con Scola-, o por alguien que sea más pragmático y gobernante que teólogo.

Conjeturas aparte, de lo que sí hay constancia, como reveló hace días el vaticanista Sandro Magister, es que Benedicto XVI se saltó el criterio de su amigo y Secretario de Estado, el cardenal Bertone, para designar a Scola. Después, mantuvo su elección a toda costa, pese a las voces contrarias en el episcopado italiano y entre cardenales de la curia. No obstante, uno de ellos, Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos -la que propone los mitrados al Papa-, sostuvo la idea de Benedicto XVI.

Magister evoca precisamente cómo la sintonía entre Ratzinger, Scola y Ouellet viene de antiguo, desde 1972, cuando el ahora Pontífice funda la revista «Communio» -junto a Von Balthasar y De Lubac-, y Scola y Ouellet se adhieren desde el primer momento al ideario de aquella publicación, alternativa a la progresista «Concilium», de Küng o Rahner. La revista nace en Friburgo (Suiza), donde será después profesor de Teología el propio Scola, que más tarde pasa a la Pontificia Universidad Lateranense de Roma, de la que llegará a ser rector. En 1986 Ratzinger le designa consultor teológico de su Congregación para la Doctrina de la Fe. Arzobispo y patriarca de Venecia desde 2002, y cardenal desde el año siguiente, Ángelo Scola es de los pocos a los que el Papa Ratzinger se lo sigue consultando casi todo.

Por tanto, la sintonía entre ambos es perfecta y el aprecio mutuo es entre teólogo maestro y teólogo discípulo. Por ello, tal vez pesa menos el dato de que Scola milite en el movimiento Comunión y Liberación, que hasta el presente, como otros tantos movimientos eclesiales, no se ha distinguido por aportar grandes cabezas teológicas al catolicismo.

Tal vez Benedicto XVI confíe en que le sucederá otro teólogo en el solio pontificio, aunque el perfil de Scola es más pastoral, incluso más emocional y menos racional que su maestro. Pero de cara a un hipotético cónclave, el tiempo y el diablo pueden hacer de todo.