Recortar en casi un 80% las aportaciones al principal organismo nacional para el fomento de la I+D en España (el CDTI), y en general casi un 26% de los Presupuestos públicos a la I+D, tendrá un impacto muy serio. Como profesional participo en «las tripas» de muchas empresas que canalizan importantes inversiones en I+D y me atrevo a estimar que 2.000 millones de euros de recortes en las inversiones públicas a la I+D podrían implicar una caída de unos 5.000-6.000 millones de inversión privada en España. La I+D pública es una palanca para lograr canalizar inversiones privadas hacia acciones de alto riesgo pero de alto impacto para la competitividad y el empleo.

Los descensos de inversión en I+D afectan de forma más que proporcional a los niveles de ventas, a los parámetros de productividad, eficiencia y, por tanto, a la capacidad de competir de las empresas. Es una mala noticia para la competitividad empresarial que esa inversión se reduzca, y creo que es muy importante establecer canales de financiación, no necesariamente subvenciones, que permitan a las empresas llevar a cabo procesos de innovación, internacionalización, lanzamiento de nuevas soluciones al mercado o contratación de empresas de servicios avanzados.

La forma de salir de esta crisis es a través del conocimiento y la tecnología que ayude a gestionarlo, a transformarlo y compartirlo, y unos sólidos modelos de negocio. En todas estas facetas tenemos que redoblar nuestros esfuerzos sociales, políticos y empresariales. Y es que existe una correlación muy fuerte entre I+D y renta per cápita. Aquellas regiones que logran mejorar sus inversiones en I+D en un punto sobre su PIB, también logran aumentar la renta per cápita en casi 7.500 euros/año.

Por lo tanto, menos I+D y tendremos un impacto más que proporcional en nuestra capacidad para generar renta, consumo, inversión y, en definitiva, empleo. Creo, por tanto, que este recorte es un gran error. Y mucho más en Asturias, porque nuestras empresas aún tienen mucho camino que recorrer en este sentido.

Entre los años 2002 y 2009, la región había logrado multiplicar por un factor de 2,29 los recursos destinados a la I+D. Pero esto no nos ha colocado aún en un proceso de convergencia significativo con España o Europa, sino que ha sido muy lento. La razón es que las empresas, en proporción, destinaron menos recursos a la I+D que la media de las empresas españolas.

De hecho, en la propia evaluación del último plan de I+D de Asturias se pone de manifiesto que si las empresas representaran el mismo peso en el gasto de la I+D que la media de España, Asturias tendría casi un 1,22% del PIB invertido en I+D y no el 0,99% actual. Por lo tanto, es clave vincular a las empresas en los procesos de innovación, que seamos capaces de rentabilizar esa inversión en conocimiento y apostar de forma decidida por ello. Y esto no se puede hacer en un contexto de fuertes recortes, combinado con un ambiente de asfixia de crédito por parte de las entidades financieras a las empresas.

¿Por qué en Asturias aún las empresas no están lo suficientemente motivadas en ámbitos como la innovación? Hay razones históricas de especialización productiva, que ya se están «rompiendo» y avanzando; hay problemas de tamaño empresarial, de cooperación, de mejorar nuestras estrategias empresariales/comerciales; de formación, de sensibilidad. En esta línea, estrategias de cooperación, de búsqueda de sinergias e intereses compartidos, de abordar grandes proyectos a través de la suma de «especialización» entre empresas son claves para avanzar y converger, y ésta es precisamente la razón de iniciativas como los «clusters», los centros tecnológicos y, en general, las políticas de fomento de la actividad científica. Frenar todo esto es un error de consecuencias terribles para salir de la crisis en la que estamos inmersos.

De la crisis se sale con más crecimiento económico, y eso sólo se logra con empresas que sean capaces de ser más eficientes (hacer mejor las cosas) y hacer otras cosas (nuevos productos, nuevos servicios) para competir en una escala global. «Achinarnos», es decir, competir en precios y no en calidad y en eliminar los derechos sociales puede ser un retroceso en nuestro progreso socioeconómico.