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Un camino entre pucheros

Verdinas con sentimiento

María Luisa Gutiérrez abrió en una casa de aldea en Valle (Piloña) el bar restaurante Rosales, donde rinde homenaje a la cocina asturiana

Pitu caleya y verdinas con bacalao. ANA PAZ PAREDES

Asturias es una sorpresa continua a poco que nos perdamos por algunas caleyas que nos llevan a pueblos singulares. Un concejo hermoso que estos días, como el resto de Asturias, recibe numerosos visitantes es el de Piloña, donde hay mucho que visitar, fiestas que disfrutar y bares donde comer rico en medio de un paisaje abrumador. Y es que, a veces, ese particular encanto que perseguimos en cada lugar que visitamos bien puede encontrarse también en los vecinos de los pueblos que los habitan.

Así, por ejemplo, este viaje de hoy es al tiempo una mezcla de comida asturiana hecha con amor y un disfrute para los amantes de la etnografía. Valle, donde se encuentra el bar restaurante Rosales, es un ejemplo claro de pueblín asturiano en toda regla; con algunas casas de corredor que lucen restauradas y llenas de flores; hórreos, paneras; carreterinas que pasan bajo algunas edificaciones y vecinos que, si alguien se pierde, indican el camino correcto para llegar hasta la puerta de este establecimiento que abrió sus puertas en junio en la que fuera antigua casa familiar de María Luisa Gutiérrez Gutiérrez. Ella vive enfrente de esta acogedora y entrañable casa de comidas que, al tiempo de mantener su estructura tradicional, ofrece en su comedor para 24 personas una imagen renovada, cálida, llena de luz y con mucho estilo en las mesas que se asoman a la galería en medio de tonalidades beiges y donde manda, cambiante, el color del paisaje piloñés en la ventana.

María Luisa Gutiérrez tiene un largo bagaje ante los fogones. Durante años llevó la cocina de un albergue donde enseguida se notó la impronta que en ella dejaron tanto su madre, Rosario, como su hermana mayor, Charo, ambas buenas cocineras. "Yo lo que hago es la cocina de siempre, la que aprendí en casa. Me gusta mucho cocinar y lo hago con cariño, esperando que quien venga a comer aquí salga satisfecho", dice sonriendo esta mujer de carácter afable y voz cálida. Y añade: "Aquí todos los ingredientes son de calidad, desde el bonito fresco llegado de la rula de Cudillero a las fabas que compro en Nava o las verdinas que las traigo de Nueva", añade. Tienen un menú a 9 euros por semana que sube a 15 en fin de semana por ser especial y en el que puede comerse, por ejemplo, un buen pitu caleya, verdinas con bacalao, fabada, cebollas rellenas o bonito con pisto; variando los platos según la fecha que toque.

Los que prefieran elegir dentro de la carta pueden encontrar, además de lo citado, variedad de croquetas (compango, ibéricas, cabrales), jamón de bellota, cachopo de la casa, chistorra, huevos de corral, patatas y jamón de bellota o la ensalada Carlota. Los postres, todos caseros, tampoco dejan indiferentes a los más llambiones, como los fritos de leche con helado de higos, la tarta Jimena, el arroz con leche y la tarta de queso.

Una vez en el pueblo hay que guiarse por los carteles indicadores que hay en la carretera, que muestran el camino para llegar al bar. El paso se estrecha entre algunas casas, por lo que hay que ir con cuidadín, aunque se llega sin problema. No tiene aparcamiento, por lo que hay que buscarlo un poco más arriba del local. Es imprescindible llamar y reservar en el 985710853 o en el 647535852.

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