Una soprano excepcional que además es una gran actriz llevó la representación de ayer de la ópera "Nabucco", de Verdi, a altísimos niveles. En efecto, la rusa Ekaterina Metlova estuvo espléndida como Abigaille. El segundo título de la LXVIII Temporada del Campoamor arrancó muy bien. Aún le esperan otras cuatro funciones. El público aplaudió durante cinco minutos y quince segundos. El Coro de la Ópera de Oviedo, que tiene un importantísimo papel en esta obra, fue clave en el éxito de la función con su altísimo nivel. La labor de su director, Patxi Aizpiri, se nota especialmente en estas grandes citas. En el palco municipal, el concejal de Cultura, Roberto Sánchez Ramos, y el presidente del Real Oviedo, Jorge Menéndez Vallina, hablando de El Asturcón.

La producción, de Ópera de Oviedo y otras cuatro instituciones -entre ellas, el Teatro Jovellanos de Gijón-, está marcada por el estilo del director ovetense Emilio Sagi y sus colaboradores desde hace décadas, Luis Antonio Suárez (escenografía) y Pepa Ojanguren (diseño de vestuario). Actual, simbólica, eficaz, ágil y afortunadamente sin barbas historicistas y oropeles, la presentación y el desarrollo de la ópera corrieron solos.

La Orquesta Oviedo Filarmonía, muy bien, con el maestro Gianluca Marcianò un poco acelerado y pasado de volumen, lo que no ayudó a las voces. En la obertura ya se vio el buen oficio de los profesores.

El bajo ruso Mikhail Ryssov, como Zaccaria, cantó "A las orillas de Egipto" magníficamente y ya de entrada se presentó como uno de los grandes pilares de la noche. Buena voz, fuerte, que corre fácil y llena la sala. Y, después, el tenor toledano Sergio Escobar, como Ismaele, ofreció su voz bonita y explosiva, arriesgando, lo que siempre es de agradecer.

Y apareció en escena Ekaterina Metlova, con un gran parecido físico con la inmortal Maria Callas, repartiendo agudos con una facilidad, valentía y aciertos pasmosos. Brillantísima en "Anch'io dischiuso un giorno". Magnífico su canto al corazón.

La esclava Abigaille conoce su condición. La recreación de la leona herida es adecuadísima. Asalta el trono. De nuevo Metlova se mostró como una soprano muy poco frecuente, con el coro siempre muy bien.

Larga oración de Zaccaria, acertada, y el coro canta "Prepara el veneno, blande el puñal". Nabucco se corona y exclama: "Yo no soy rey, soy Dios". El rayo divino le castiga. Abigaille aprovecha para coger el relevo.

Tras la pausa, larga escena entre Nabucco, enloquecido, y Abigaille con el dúo "Oh qué afrenta debo soportar en mi ancianidad", muy bien. Ya a las orillas del Éufrates, el coro de esclavos canta el esperado "Va, pensiero" -vuela pensamiento o recuerdo, ahora convertido en vuela memoria- haciéndolo de diez, con melancolía y sin heroicidades innecesarias. Nabucco se convierte. Canta muy bien "Dios de Judá". Fenena, encarnada por la mezzo Alessandra Volpe, afronta la palma del martirio, pero aparece Nabucco, libera a los hebreos y pinta el final feliz, salvo para Abigaille, que ingiere un veneno y canta moribunda "Que baje sobre mí, ahora que muero, tu perdón" como cierre de la historia.