Susana Rivera, la viuda del poeta asturiano Ángel González, reclama a las autoridades asturianas una reparación para volver a considerar la opción de que el legado de su marido retorne a su tierra natal. "Para que yo vuelva a considerar Oviedo como el destino de su legado se tiene que limpiar primero mi nombre, y que todo lo que ocurrió con la fallida Fundación, por la que yo me desviví, quede claro", afirmó ayer Rivera, en el Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo. Unas palabras dirigidas a los medios tras el acto inaugural de congreso internacional conmemorativo "Materia de recuerdo y de nostalgia. Ángel González (2008-2018)", que se inauguró ayer y que, en sus tres jornadas, reúne en la ciudad a los mayores especialistas en la obra del poeta.

El sentido de la reparación que reclama Rivera pasa por un petición oficial de disculpas por parte del Principado de Asturias y el Ayuntamiento de Oviedo. "Una disculpa pública estaría muy bien", precisa Rivera, que afea a las administraciones que "no hubo nunca ni un céntimo de apoyo económico" para la Fundación, que el propio Ángel González reclamaba en su testamento.

Esta falta de sintonía contrasta con la buena relación que Susana Rivera mantiene con la Universidad de Oviedo y, especialmente, con la Cátedra Ángel González que organiza este congreso internacional cuya conferencia inaugural correspondió a la propia Rivera. Una ponencia en la que la viuda del poeta defendió el carácter de obra plena y acabada del último poemario de Ángel González, "Nada grave", que se publicó tras su fallecimiento en 2008.

"Yo no me encontré por casualidad los libros, sabía perfectamente donde estaban y lo que Ángel pretendía hacer con ellos", relató Rivera, en referencia a este volumen y a "Almanaque", un texto inacabado. "El 'Almanaque' lo pensaba terminar al volver a Estados Unidos, pero 'Nada grave' lo había dado ya por cerrado, definitivamente acabado, en el verano de 2007 y lo pensaba enviar a Tusquets, donde había publicado su anterior libro", reveló Rivera. Estando ya en España, continuó, quisieron remitir el manuscrito a la editorial, aunque unos problemas técnicos lo impidieron: "Intentamos imprimir el libro para enviarlo a Tusquets, pero nos encontramos con la desagradable sorpresa de que no funcionaba la impresora. En España no teníamos pendrive, ni correo electrónico ni nada. Pensaba enviarlo a la vuelta a Estados Unidos, pero ya no volvió. Que 'Nada grave' no se haya publicado en vida de Ángel responde a designios del azar y a nuestra torpeza tecnológica, nada más".

Con estos detalles, Susana Rivera quiso desterrar la idea de que el poemario era una obra inconclusa, una suerte de "work in progress", recogida incluso en el prólogo que Luis García Montero escribió para su publicación, con la editorial Visor, en 2008. Una interpretación que tuvo gran predicamento entre los críticos literarios de la época, y que Rivera quiso desmontar también a través de un análisis temático y estilístico de los poemas que se incluyen en el volumen.

"Ángel González es autor de un único libro circular, y los poemas de 'Nada grave' deben entenderse como consecuencia de los escritos anteriores", afirmó, para acto seguido desmentir el pesimismo atribuido al poeta y a esta obra en concreto: "No hay pesimismo ni miedo en el más allá. Sí que hay tristeza, pero no por el más allá, sino por lo que deja detrás".

Rivera conecta esta reflexión con el descubrimiento del budismo por parte de González, a raíz de la colaboración que prestó a Juan W. Bahk en la preparación de su tesis doctoral: "Surrealismo y Budismo Zen: convergencias y divergencias", cuyo origen se sitúa en torno a 1987. Algo que le llevó a revisar, desde nuevas perspectivas, los textos de Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, y que tuvo una incidencia directa en su propia poesía.