El 7 de junio y las ocho menos diez de la tarde quedarán grabadas durante mucho tiempo en la memoria del sportinguismo. En ese momento todo cambió, de la resignación de una afición que ya se conformaba con jugar el playoff por ascender, a la algarabía de un ascenso a Primera que será recordado por mucho tiempo. El gol de Pablo Caballero para el Lugo al Girona devolvía al Sporting tres años después a Primera. Un año después, y una permanencia sufrida hasta el último instante de por medio, aún se sigue recordando en Gijón y Asturias esa celebración.

Quizás esa sorpresa, que solo los más optimistas contasen con el ascenso aquel 7 de junio de 2015, hizo que la celebración fuese más efusiva. Miles de seguidores siguieron en la plaza del Marqués por una pantalla gigante el partido entre Betis y Sporting en el Benito Villamarín. Y con el pitido final, todos ellos comenzaron un largo festejo con baños en la fuente de Pelayo, griterío por las calles de la ciudad, y un calurosísimo recibimiento al equipo, cerca de la medianoche, en el Aeropuerto de Asturias, abarrotado hasta la bandera.

La fiesta siguió con la llegada del equipo a Gijón, una larga fiesta nocturna, y con la afición echándose al día siguiente a la calle para seguir al autobús descapotable del equipo, y al baño de masas de la plantilla en el balcón del Ayuntamiento de Gijón.

El séptimo ascenso del Sporting en su historia se celebró por todo lo alto entre un afición que espera que sea el último en mucho tiempo y que los rojiblancos sigan muchos años en Primera.