El Sporting se comporta como uno de esos aspirantes al cinturón de los pesos pesados que sufren una mandíbula de cristal. La nula capacidad de los rojiblancos ya ha sido motivo de análisis, el Sporting nunca remonta si empieza perdiendo. Pero hay un dato que quizá haya pasado inadvertido y que es muy significativo de la poca consistencia emocional de este equipo. El Sporting recibe goles letales que dejan muerto al equipo. En ninguna de las trece ocasiones en que los rojiblancos vieron perforada su portería fueron capaces de devolver el golpe. Cuando el rival anota, el Sporting se queda seco, lo mismo da que en ese momento fuese ganando o empatando (si va perdiendo es porque ya no reaccionó a un gol anterior, como sucedió en Pamplona y Soria).

Tanto es así, que el Sporting no ha logrado ganar ningún partido en el que haya recibido algún gol. Las victorias rojiblancas llegaron los Diego Mariño manteniendo su portería a cero. Esto sucedió ante Lugo, Nástic, Lorca, Sevilla Atlético, Cultural Leonesa y Almería. Hubo otro partido más en el que los rojiblancos se mantuvieron imbatidos, fue precisamente el primero de Liga en Alcorcón, que terminó con un empate sin goles.

En los seis restantes, el Sporting sufrió los goles de rival y el balance de cuatro derrotas y cuatro empates más (en todos ellos, el Sporting fue el equipo que se adelantó y su rival logró equilibrar el marcador).

El Sporting se quedó a cero en los cuatro partidos que perdió, que fueron las cuatro únicas ocasiones en las que se vio por detrás en el marcador. Esto sucedió ante Numancia (3-0), Osasuna (2-0), Reus (1-0) y Cádiz (0-3), en la única derrota de los rojiblancos como local.

Los cuatro partidos restantes en los que Mariño recogió en alguna ocasión el balón del fondo de la red fueron remontadas rivales. El Sporting empató, tras adelantarse con Oviedo, Huesca, Rayo Vallecano y Valladolid, con todos ellos a un gol.

Las estadísticas dejan a las claras el poco encaje del Sporting, para el que parece terminar el partido cuando el rival logra marcar un gol, sea cual sea el escenario. Por eso, el pasado domingo, cuando el Cádiz se adelantó un mal presagio sobrevoló El Molinón. El sportinguismo estaba avisado y desconfiaba de la nula capacidad de reacción de su equipo. Los peores augurios se confirmaron con el segundo y con el tercer gol.

El gran problema para Paco Herrera es cómo entrenar la personalidad y el carácter de su equipo. Tampoco ayuda, claro está, la falta de reacción del banquillo.