Ni la tempranera lesión de Machís, el que posiblemente sea el futbolista más desequilibrante con el que cuenta el Granada en su plantilla, sirvió para que el Sporting se envalentonara. La marcha del venezolano, antes de llegar al cuarto de hora de juego, no cambió un escenario en el que el Sporting abusaba del balón en largo ante un rival sin prisas ni apuros, que mostraba su predilección por atacar por el costado defendido por Juan Rodríguez. Bergantiños, atento, se convirtió en el guardaespaldas del gallego.

Carmona, autor del primer disparo entre los tres palos, con un remate tierno por el que hubo que esperar más de veinte minutos, fue la imagen de que el Sporting no estaba cómodo. El gran protagonista del triunfo ante el Tenerife pasó desapercibido por Los Cármenes. Él ejerció como el mejor resumen. El amor propio de Santos dio, antes del descanso, los únicos chispazos de un equipo sin tráfico en el centro del campo y totalmente previsible. En ocasiones, sin saber si fue víctima del rival, o de una falta de potencia física que decidía duelos sin capacidad de réplica. No fue el caso de las intervenciones del uruguayo, que robó un balón a la zaga local para buscar en el área a Isma López. Faltaron centímetros para que el navarro conectara a la red en el mejor acercamiento de los gijoneses antes de iniciarse la segunda parte. No daba para mucho más.

Baraja, consciente de que al Sporting le faltaba balón, puso a Moi Gómez a calentar. La entrada del alicantino tras el descanso por un Scepovic que hizo poco más que presionar, se quedó sin tiempo para surtir efecto. Tres minutos después, Espinosa, el sustituto de Machís, enfilaba de nuevo el carril defendido por Juan Rodríguez. Esta vez le ganó el sitio y tras poner un pie en el área, el forcejeo con el gallego le llevó al suelo. El penalti, celebrado como una fiesta por la afición nazarí, que ya había reclamado otros dos antes, y muy protestado por los de Baraja, fue el premio a la insistencia. Joselu no perdonó.

El castigo obligó al Sporting a ofrecer algo más para intentar sumar en Granada. Nacho Méndez y Moi Gómez intentaron ganar presencia para encontrar un camino que se cortaba al tercer pase seguido. Fue una reacción a intervalos, sin la convicción de poder hacerse fuertes bajo la posesión. La entrada de Rubén García por Isma López no alcanzó tampoco para ver asociarse a los gijoneses. Javi Varas veía plácidamente morir el partido sin ser exigido. Cada acción del Sporting terminaba con un pase impreciso o con Santos corriendo solo contra el mundo.

El Granada olió la sangre. El partido empezó a romperse y Oltra metió más leña con la entrada de Adrián Ramos. El conjunto nazarí apretaba y encontró el segundo a balón parado. Un saque de esquina inexistente, peinado por Víctor Díaz, terminó en la red después de que el balón golpeara en la cabeza de Álex Pérez. La diferencia, a cinco minutos del final, se hacía insalvable.

Hubo tiempo, sin embargo, a que Michael Santos se llevara un pequeño premio al ejercicio de casta que desplegó en Los Cármenes. El Granada ya saboreaba otros tres puntos en casa cuando Rubén García y el uruguayo volvieron a aliarse para hacer gol, como sucediera en Vallecas y en alguna que otra ocasión más. El valenciano, esta vez perfilado con pierna derecha, metió un centro al área que encontró la cabeza del siempre dispuesto Santos para maquillar la derrota.