El candasín Daniel Rodríguez Prieto y sus amigos quedaban una vez al año para juntarse en una parrillada y disfrutar de un día relajado en la playa. Ayer fue el escogido y decidieron ir a la Ciudad de Vacaciones de Perlora y bañarse o bien en Carranques o en la cala los Curas. Sin embargo, lo que prometía ser un día de risas y diversión por San Roque, se truncó. La novia de Daniel, Claudia Rodríguez, estaba enferma en casa y no pudo acudir a la cita. El joven de 22 años falleció tras desplomarse en la cala los Curas, junto al arenal de Carranques. Jugaba a las palas con sus amigos en el arenal. El agua le llegaba por los tobillos. Otros colegas esperaban arriba, en el área recreativa. Eran las cuatro y media pasadas. Momentos antes de caer, advirtió a sus amigos que se sentía mal. Se desplomó una vez, se consiguió levantar y, luego, cayó al suelo de nuevo. Como consecuencia de la caída, quizá se golpeó contra una roca del pedrero. Sus amigos estaban desconsolados. Veían a Daniel tumbado en el suelo mientras los socorristas de la playa anexa hacían lo imposible por intentar salvarle la vida. Estaban rotos, destrozados. Se imaginaban lo peor y ocurrió. Todo esfuerzo fue en vano. Momentos después, los servicios médicos sólo pudieron certificar su muerte. "Nadie sabe qué le pasó, se desplomó", expresó un socorrista, cabizbajo. Otros especulaban sobre las causas de la muerte y muchos coincidían en que quizá fue un infarto, una muerte súbita, decían. Hipótesis a parte, todo se aclarará con la autopsia.

El joven tenía toda la vida por delante y era un brillante estudiante de Ingeniería Electrónica en Gijón. Tenía previsto realizar un máster en Barcelona, que ya no podrá ser. Se cuidaba, amaba el deporte y sobre todo el fútbol. Es más, jugó en el Victoria Club de Fútbol de Perlora hasta que tuvo claro que su futuro era ser ingeniero. Pero nunca dejó de estar vinculado con el club carreñense. Pese a que ya no practicaba deporte de competición, sí se mantenía en forma y ayudaba a su club de infancia y adolescencia. Sus allegados hablan de Daniel como un joven de vida sana y equilibrada. Sin excesos. "Era un tipo excelente, de sobresaliente", se oyó comentar entre sollozos. No era para menos.

Sus progenitores estaban fuera de sí. Bajaron a la playa donde pereció su hijo poco después de enterarse de la peor noticia. Su padre, Félix, profería gritos de rabia e impotencia; su madre, Mercedes, estaba sentada en la arena con las manos sobre la cabeza. No se podía creer lo que estaba pasando. Ambos estaban en los Curas y con ellos, los servicios funerarios y la alcaldesa de Carreño, Amelia Fernández, y tres ediles del gobierno.

Cuando subieron las escaleras de acceso a la playa y llegaron al paseo, la madre se desvaneció. Primero fue atendida por los socorristas de Carranques. La mujer fue tumbada en un banco, y recibió atención de los servicios médicos, que decidieron que la mejor opción era su traslado en ambulancia hasta el centro de salud más próximo.

Entre tanto, el entorno de la playa enmudeció. Apenas se escuchaba a los niños que jugaban en el agua en la playa de Carranques. En la cala los Curas no había nadie. Lloros, lamentos y caras largas inundaban el paseo marítimo y buena parte del área recreativa más próxima al arenal en la que el joven de 22 años pasó sus últimos minutos de vida. "Esto es increíble", exclamaba una mujer con las manos sobre la cabeza.

Los amigos de Daniel Rodríguez Prieto no hablaban. Ni querían ni podían. Sus ojos encharcados lo expresaban todo. Su amigo Daniel, con el que ayer fueron de parrillada a Perlora para también jugar a las palas, pegarse un par de chapuzones, reír y bromear como todos los años, ya no irá más a esos encuentros. La del día de San Roque fue la última reunión para Daniel Rodríguez Prieto, un chaval lleno de vida que falleció haciendo algo que le encantaba, jugar a las palas con sus amigos el día en el que nadie podía faltar a la cita, salvo enfermedad, como le ocurrió a su novia.