Que cada persona debería ocupar el lugar que le corresponde en una justicia entendida para todos, recogida y reconocida en la Constitución española, en un país democrático como el nuestro y que se supone evolucionado. Donde no tendría que haber cabida para ninguna práctica nazi de ningún tipo y menos que suponga la vida de nadie. La connivencia, es decir, el tolerar o permitir, y menos aún, formar parte de semejantes injusticias. No pudiendo permitirse ni tolerar negligencias de esta índole ni, en el mejor de los casos, de ningún tipo. Y de ser así habrían de depurarse responsabilidades lo antes posible y pagar cada cual por lo cometido o por parte de quienes fuera menester solucionarle el problema, y a cada cual pagársele en función de los daños y perjuicios ocasionados. Dándose la razón a quien la tuviera. Y habría de ponerse en práctica una deontología profesional, lo que quiere decir, disponer de una conciencia, cumplir cada uno con lo que tiene que cumplir o debería de cumplirse. Obrar de acuerdo a una ética y ser decente con uno mismo y con los demás. Y tratar de evitarse que exista ningún abuso de poder por parte de nadie. Y por qué no entender, también, una cierta empatía, un mínimo de humanidad o sensibilidad hacia el prójimo, y del mayor sentido común a la hora de obrar. Y ser todo en arreglo a quién es cada uno y de lo que se haga o haya hecho partiendo de la misma persona. Y no sea todo de lo más indebido y desacertado. Podríamos hablar de quien es la misma persona, de la correspondencia y consecuencia de los hechos, de la sensatez y el sueño de los justos.