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Dando la lata

Algodón de azúcar

Entran en el vagón como una bandada de jilgueros. Son unos veinte niños de unos ocho o diez años de edad. Blancos, negros, tostados, amarillos? De todas las etnias, sonrientes y felices, con sus mochilas, toallas y bañadores, dispuestos a disfrutar de un radiante día de verano en uno de los lagos del sur de Berlín. El tren de cercanías se iluminó con su presencia alegre y colorista, con sus risas felices y despreocupadas, con su espontánea curiosidad, con el brillo de sus ojos limpios. La pecosa pelirroja lleva la cabeza cubierta con un simpático sombrerito rosado, y ríe y juega con su amiga negra, de rasgos africanos, carcajada contagiosa y trenzas de mil colores. Al otro lado juguetean un par de críos de facciones inequívocamente árabes con otro chico tan rubio que casi es albino. Y al toque de atención de los monitores desembarcan todos a una camino de una refrescante jornada de chapuzones. Es una veintena de niños que representa la consecución de esa aspiración humana que no somos capaces de alcanzar: la hermandad entre los hombres, sin distinciones de razas, géneros, colores ni credos. Cada uno de esos niños reza a su dios y sigue unas costumbres y tradiciones heredadas de padres y abuelos. Pero su diversidad no les impide convivir en paz y buscar la felicidad recorriendo el camino de la vida de la mano de sus compañeros de colegio, crean en lo que crean, coman lo que coman, vistan como vistan. Los veo como un multicolor algodón de azúcar, cada traza de un color, pero cada una unida a las demás por el dulce aunque firme adhesivo. Seguramente que alguna vez se habrán preguntado por qué unos son así y otros asá, pero han aprendido a aceptarlo y a restarle la enfermiza importancia que los adultos acabamos dando a lo distinto. Qué bueno ser como ellos son y qué triste que no hayamos encontrado la forma de que esa flor maravillosa, la convivencia, no se marchite con el tiempo para acabar a palos unos contra otros. Por unos minutos, en aquel vagón de tren camino de Potsdam vi el mundo como debería ser. Pero solo fueron unos minutos.

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