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música

Jornadas de zarzuela

La Fundación Guerrero sigue adelante con su congreso sobre el género en Cuenca

La Fundación Jacinto e Inocencio Guerrero está consolidando en el Auditorio de Cuenca unas Jornadas de Zarzuela que son una auténtica bendición en lo que suponen de aporte y estudio del género desde una perspectiva científica y, a la vez popular, y que ya está cosechando frutos espectaculares.

La idea es excepcional y, en torno a la misma, se viene generando un movimiento intenso en lo que supone de búsqueda de una renovación muy necesaria hacia un elemento patrimonial al que aún le cuesta encontrar el encaje adecuado y normalizado en la vida cultural de nuestro país. Falta continuidad en la oferta de la mayoría de los teatros y, sobre todo, aún no se está trabajando con los estándares de calidad que se debiera frente a otros géneros como la ópera que sí ya ha dado un paso al frente más decidido y comenzado con fuerza el tránsito a la búsqueda de nuevo público.

Este año las Jornadas de la Fundación Guerrero se han adentrado en un aspecto olvidado de nuestras disciplinas escénicas: la pantomima llevada a la escena a través de una interesante apuesta que realizó Gregorio Martínez Sierra (y, desde luego, María Lejárraga) de apostar por un importante salto adelante a través de su proyecto de Teatro de arte en el Eslava de Madrid. Todo ello en los primeros años del siglo XX. Su afán les llevó a innovar y seguir las corrientes europeas más vanguardistas. En las Jornadas conquenses se llevaron a escena dos de esas pantomimas, El Sapo Enamorado con música de Pablo Luna y El corregidor y la molinera firmada por Manuel de Falla. El interesantísimo espectáculo estuvo dirigido musicalmente por el ovetense Nacho de Paz que realizó un gran trabajo en ambas obras, consiguiendo unas versiones muy bien perfiladas de las mismas. Se apoyó en una orquesta creada para la ocasión, en un magnífico reparto actoral y una más que acertada propuesta escénica de Rita Consentino ejemplarmente vinculada en el caso de "El sapo" al cine mundo.

No fueron los únicos espectáculos de estas jornadas. A ellos se unió una original velada de "zarzuela-jazz" y un recital pianístico a cargo de Duncan Gifford también con la pantomima como argumento. Una interesante exposición sobre El sapo enamorado, multitud de talleres para jóvenes y espectáculos abiertos al público y una serie de ponencias realizadas por jóvenes investigadores redondearon tres días en los que la fundación Guerrero ha demostrado, de nuevo, lo mucho que se puede y debe seguir profundizando en el conocimiento de las artes escénicas españolas. La zarzuela y sus aledaños merecen un esfuerzo continuo por parte de las instituciones. La Fundación madrileña está dando ejemplo y marca el camino a seguir.

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