La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

biografÍa

Una intelectual en busca de autor

Rebeca Fernández recupera a Esperanza Rodríguez Cerdán, una escritora que fue maestra en Molleda, Miranda e Illano

Una intelectual en busca de autor

Entre los años diez y treinta del siglo XX hubo en España un grupo de escritoras, pertenecientes a dos generaciones consecutivas, que dieron visibilidad a las demandas largamente postergadas de los movimientos a favor de la emancipación femenina. Lo hicieron desde los medios que tenían a su alcance, como la prensa, los liceos y las asociaciones. Mujeres como Isabel Oyarzábal, María de Maeztu, Magda Donato, María Lejárraga, Ernestina de Champourcin, Concha Méndez o Constancia de la Mora, trabajaron duro para alcanzar una independencia a la que las asomaron pioneras como Emilia Pardo Bazán o Carmen de Burgos "Colombine". A esta estirpe de mujeres pertenece María Esperanza Rodríguez Cerdán (Rascafría, Madrid, 1892 - Valencia, 1984), maestra y escritora completamente olvidada que entre los años diez y veinte formó parte activa de la intelectualidad asturiana junto a nombres como el de María Luisa Castellanos o el joven José Díaz Fernández, para el que María Esperanza fue un amor de juventud -lo dejó escrito en prosa y verso- muy probablemente no correspondido.

El hallazgo de un artículo firmado en 1933 por Rodríguez Cerdán en el periódico "La Voz de Avilés" fue el punto inicial que llevó a la investigadora Rebeca Fernández Alonso (Avilés, 1976) tras la pista de esta escurridiza intelectual cuya trayectoria vital, como tantas otras, truncó la Guerra Civil, y de la que no quedaban más noticias que un puñado de artículos y relatos desperdigados por periódicos y revistas en las hemerotecas.

Hija de un guardia civil, se preparó para maestra y siendo una adolescente comenzó a trabajar en escuelas rurales, labrándose con los años una independencia que la llevaría a rebelarse contra el secular relego femenino y el infame estado de la educación, sobre todo en el mundo rural que ella conoció bien en su peregrinaje por las escuelas avilesinas de Molleda y Miranda -donde sustituyó en 1916 a Faustina Álvarez, madre de Alejandro Casona- y la más extremada de Illano, en el occidente asturiano. En esos años que frisan la década de 1920 conoce a Dámaso Rico y poco después nacen sus dos hijos mayores. A partir de 1927 se instala en Madrid, donde desde 1929 hasta el estallido de la Guerra Civil es titular de la plaza de maestra de Alameda del Valle, un pueblo de la sierra.

En Madrid nacerán sus dos hijos menores y allí sumará al sufragismo por el que venía abogando una consciente militancia socialista, lo que la llevará a ser miliciana de la cultura durante la contienda. De ahí al exilio no hay más que un paso, y el suyo, a bordo del African Trader, parte de Alicante y alcanza Orán. Vendrán después Argel, donde trabaja como costurera, y, por último, París, donde regenta una portería antes de regresar a Valencia para morir.

Una vida prodigiosa y valiente la de esta escritora. Una vida que ya ha encontrado autora y nos es revelada con asombroso despliegue documental. Una vida muy capaz de tapar la obra escrita -Rebeca Fernández junta y comenta en la segunda parte del libro lo que ha logrado reunir- porque de momento es fragmentaria, discontinua y le falta el cuerpo suficiente para poder reivindicarla por sí misma.

Compartir el artículo

stats