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En busca del alma perdida

Llegar en forma al momento de quedar reducidos a cenizas

Sea porque la primera semana de noviembre es una cita inevitable con la memoria de las gentes queridas que ya no están, sea porque la necromanía importada de Halloween ha llenado las calles de muertitos felices demostrando que definitivamente se queda a vivir en nuestro calendario, o sea por la polémica acerca de los límites a la libre disposición de las cenizas ajenas, el caso es que me he abandonado estos días a pensamientos acerca de la muerte, siempre desde una perspectiva muy pragmática y desdramatizada. Les resumo: me imagino reducida a cenizas pero he de afinar en la logística inversa de mis restos, no vaya a poner a los míos en un brete postfunerario.

En estas andaba cuando se ha cruzado en mi camino el libro "Anima Mundi. La silenciosa presencia de lo inconsciente" del psicólogo gijonés Manuel J. Moreno, presentado esta semana en el Club de Prensa de LA NUEVA ESPAÑA de Gijón. A Moreno le leo con suma atención pero esta vez hube de emplearme a fondo porque amablemente me pidió que le presentara. Así que vengo de hacer una inmersión profana y sin oxígeno en el mundo del inconsciente y les hago una advertencia: nos estamos perdiendo algo.

Nuestras reflexiones alrededor de la muerte acaban dejándola reducida a un trámite; es la forma de neutralizar lo que tanto nos desasosiega. Dejar dicho qué hacer con nuestros restos y rendir tributo a la memoria de nuestros seres queridos es el enfoque más básico y menos inquietante del trance misterioso. También hay quien a su testamento económico añade otros vitales, como la donación de órganos o instrucciones para evitar el encarnizamiento médico y el sufrimiento innecesario en caso de agonía. Aquí tratamos de resolver con rapidez para luego entregarnos a otras cosas de la vida sabiendo que esas voluntades quedan ya expresadas. Y no más muerte.

El asunto es cómo llegaremos a esa cita puñetera con la parca, en qué estado de plenitud o necedad. Es lo que ahora me pregunto, después de la lectura de "Anima Mundi. La silenciosa presencia de lo inconsciente", y no porque el libro gire alrededor del fin de la vida -lo hace sólo en el apéndice final- sino porque es inquietante pensar que moriremos obtusos, neuróticos, desconocedores de nuestra propia naturaleza, echando la culpa al destino de los caminos que emprendimos y los que no, y rezando sin creer o dudando de todo lo creído.

No se trata de resumirles aquí este estudio de un experto en psicología que va desgranando cómo se ha abordado -y desabordado- el inconsciente desde que Carl Gustav Jung lo dejara legado a generaciones de terapeutas, y que procura explicar qué puede significar para las personas elevar el nivel de consciencia con respecto a inconsciente. Sólo decirles que lo que parece una paradoja formulada como un trabalenguas es, en resumen, la forma de reequilibrarnos interiormente: hemos de tomar conciencia de nuestro inconsciente.

Nos habla a través de los sueños, las intuiciones, los impulsos, eso que no pasa por el tamiz del yo racional y es, sin embargo, -explica Moreno- nuestro ser más auténtico. Porque está enlazado con la Naturaleza y lo que tiene en común nuestra especie y luego tallado por nuestra más íntima individualidad. A su manera, nos va guiando y condicionando para bien -a veces para mal- con la aparente aspiración de que vivamos con plenitud. De todo nuestro ser, añade el autor, es la parte más espiritual, la que podríamos llamar "alma". Y, viviendo con ella y hasta "de" ella, no sólo la desconocemos sino que, en caso de asomarnos a su realidad, la subestimamos dada nuestra hipertrofia racional.

Vivimos condicionados pero desconectados de esta "hechura" personal y colectiva y, como en toda desconexión, hay un punto de no retorno, queda borrado el regreso a casa. Moreno habla incluso del riesgo de una "neurotización" de toda la sociedad. Esa sensación de que "algo no va bien" la tenemos todos y todas; es curioso porque hacia ahí iban las preguntas de quienes se acercaron al Club de Prensa en esta cita.

Me quedo con las de uno de los asistentes, Augusto, que casi leyéndome el pensamiento pedía unas instrucciones de uso para el trato saludable con el inconsciente. Quédense con dos consejos que nos anotamos: regalarnos tiempo todos los días para ensimismarnos y contemplarnos por dentro, y no perder el trato con la Naturaleza: tocar el mar, emprender una ruta, disfrutar de la compañía de animales. Ya ven, tonterías para reencontrarnos con el alma extraviada y llegar en forma al momento de quedar, al menos en lo físico, reducidos a cenizas.

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