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Unas letras para Rodolfo Pico

Diez gijoneses plasman en microrrelatos lo que les evoca la obra del pintor recientemente fallecido que se expone en el Evaristo Valle

El pasado domingo, un grupo de diez personas, bajo convocatoria de Jorge Mola, que dirige el departamento de actividades culturales de Museo Evaristo Valle, nos congregamos para escribir relatos muy breves sobre la obra de Rodolfo Pico. La cosa empezó con una visita guiada a la exposición que sigue abierta hasta el próximo domingo 2 de abril.Luego fuimos al taller a escribir dos microrrelatos, uno de hasta 40 palabras y otro hasta 80. Todos convencidos de que la mejor manera de rendir homenaje a Rodolfo Pico es profundizar en su obra. Es la primera vez que en el Museo Evaristo Valle se programa una actividad para adultos. Dos ideas nos guiaban: la primera que la obra de Rodolfo Pico es figurativa en la forma, pero oscura y susceptible de variadas interpretaciones en su contenido; y la segunda, que una vez salida de las manos del pintor, la interpretación del autor vale igual que la de cualquiera de nosotros. Cuando una obra nos sugiere algo, tomamos también su título, pues Rodolfo Pico fue un maestro en el arte de titular. Una vez escritos los microrrelatos, fueron leídos por sus autores y comentados en grupo.

El que esto escribe compuso dos minicuentos. En el primero, que se inspira en la obra "Haiku", imaginaba a Eric Satie tocando al piano en "El Gato Negro" un requiem por Rodolfo Pico. Que la vida es una rosa, pero toda rosa tiene espinas que al final forman una corona sobre nuestra cabeza, espinas que pinchan y hacen salir gotas de sangre. El segundo, sobre la escultura casi plana de Frankestein, que compone un Niño recogiendo maderas y clavos en el taller del carpintero de Nazareth. Pues Rodolfo fue una persona religiosa, que admiraba a Francisco de Asís y a Pío de Pietrelcina.

Ana Elías se inspira en "Estancia migratoria" (2007) y escribe: "Las ocho, llueve.(?) La cama revuelta, llena de ausencias. Soñó mares. Un avión perturba la canción de los pájaros. (?) Aún hay papeles de colores en el suelo...y espacio para pajaritas."

Julián Rumbero Castro se refiere a otras historias que suceden el barrio de los pintores de París. como en el cabaret titulado "Conejo Ágil", pintado en su portada por André Gill, donde se reunían artistas y escritores como Picasso, Utrillo, Brauqe, Apollinaire y Verlaine, por citar algunos. O la historia del burro llamado Lolo, al que ataron una brocha al rabo y entre brochazo y brochazo el burro pintó un cuadro que fue expuesto en el Salón de los Independientes, pues decían que en los salones oficiales había cuadros de mil burros. Lo cuenta Rubén Darío en el año 1912. El pollino se expresaba de esta manera: "Puedo rebuznar. He conocido la gloria. Las gentes vienen por centenares a admirarme". Escribe así Julián: "Una lluvia fina inclina su espejo a espaldas del Sagrado Corazón sobre el tejado de El Conejo Ágil donde la Luna redonda atrapa los ojos de un gato negro. Mientras, la paleta de colores de un pollino provoca la burla de los artistas en Montmartre ."

Por su parte, Marta Busta Rosales toma como referencia la obra de Pico titulada "Varado" (2014). Allí está Pinocho con larga nariz de mentiras y un gorro frigio que alude a la libertad. A su lado, una botella vacía, tal vez de sidra. Rodolfo Pico lanza preguntas, no da respuestas. Lo titula "Tintes de niñez" y dice así: "Pinocho inclina su cabeza borracho, temeroso, triste. -Geppetto se fue ¿Qué será de mí?Cuando despertó el también estaba allí, regalando colores mientras la muerte le paseaba en barquitos de papel por los océanos de la vida".

También se refiere a Pinocho "La verdad ausente" de Luis González Fdez:"Estaba borracho como una cuba, alucinado de vino y aguardiente. Lo destrozaba todo a su paso. Quedó varado en un mar de nieblas. Allí solo un gorro destacaba; ni siquiera un color azul, ni un verde esperanza. La botella vacía, inerte, desolada. Su nariz crecía, a veces rojiza, de pronto morada. Mirada agresiva, violenta, acerada. En un rincón el envase de vidrio bostezaba soñoliento". Otro relato de Luis, "Sueños rotos", habla de los indianos que no volvieron ricos a su tierra natal: "Una maleta ajada, de madera vieja; dentro apenas unas mudas, ropa usada, cosida con remiendos. (?) De pronto, un paisaje vestido de palmeras, (?) un sol radiante, una mulata que mueve cimbreante sus caderas. Lejos, su recordada aldea . Unos padres que anhelan. Un "haiga" que no llega".

Marta Molina en su micro relato "¿Mala suerte?" hace una humilde contribución- son sus palabras- a este homenaje a Rodolfo Pico:

"Entre chimeneas y tejados la vida en la ciudad transcurre frenética. Caos, ruido, contaminación, soledad y prisa, mientras él contempla plácidamente desde las alturas aquel ir y venir de locos, sin mayor preocupación que observar divertido cómo la pequeña pajarita juega con el viento".

Y otra persona interpretó los colores de las gotas de "La piel de la lluvia" como etapas de la vida: el blanco de la infancia, el color vivo de la juventud y madurez, el color ceniza de los días postreros.

Tituló Juan Manuel Bonet esta exposición de Rodolfo Pico como "una geometría sonriente", porque el pintor de Luarca miraba el mundo y la vida con una sonrisa desde todos los ángulos posibles o en juego. El juego de la oca, que pintó Rodolfo, tiene 63 casillas. Fueron los años que vivió. Y el número 41 debajo del paraguas en "Emboscada geométrica a la lluvia". (2016) los años que hacía desde su primera exposición.

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