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Crítica / Arte

La "Cruz de espinas" de Rodolfo Pico

Un cuadro de Rodolfo Pico (Luarca, 1953 - Gijón, 2017) titulado "Cruz de espinas" quedó ayer colocado en la parroquia de la Resurrección, que dirige como párroco desde hace muchos años Silverio Zapico. Tras presidir la celebración comunitaria de la penitencia, la obra fue llevada al lugar donde podrá ser apreciado por los fieles. Es un regalo de la familia del pintor al Padre Silverio, por sus extraordinarios parlamentos o sermones que pronunció en el funeral y cabo de año del pintor que tan pronto hemos perdido. Y también con la intención de perpetuar en el barrio la memoria de Rodolfo.

¿En qué sitio de la iglesia se ubicará el cuadro? Pues en el cubo o sala penitencial, según entras a la derecha, lugar reservado al sacramento de la confesión o penitencia, acomodado a la vista del público con dos sillas y una mesa. Como cualquier creyente católico puede imaginar, el cuadro le va perfectamente a este lugar.

Estamos ante un cuadro reciente de Rodolfo Pico, pintado al acrílico sobre tabla hacia el año 2014. De arriba abajo y en color negro, de tortura, patíbulo o ejecución, la cruz latina bordeada de espinas. Convertir en cruz la corona de espinas de Cristo, con la que se burlaron de Él los soldados romanos al proclamarle "rey de los judíos" tras ser brutalmente azotado, es una de las genialidades de esta obra. Rodolfo Pico acostumbraba a poner como fondo de algunas obras, fueran paisajes, casas, bodegones o trasatlánticos, una serie de cuadrados de colores, a veces en forma de ventana, que recuerdan las baldosas de suelo que los pintores colocaban antes del descubrimiento de la perspectiva en el Renacimiento. Aquí el pintor ha puesto diez rectángulos lisos de diversos colores, sobre los que caen gotas de sangre, también de colores, seis por cada lado de los brazos de la cruz latina.

Según la filósofa judeo-francófona GaraJabes: "La pintura de Rodolfo Pico es una especie de catarsis. Revelación mística del arte, arte vivo en todo momento gracias a su secreto significado. Y así en su presencia encontramos dónde termina lo material y comienza lo espiritual, fusionados e independientes, como en un rito de transustanciación. En sus obras se da ese otro lado, esa otra realidad alumbrada. Belleza con su eficacia de insinuar noticias de lo trascendente". Dado pues que la pintura de Rodolfo Pico abunda en signos y sugerencias, es de suponer que tanto los rectángulos lisos como las gotas de sangre, tienen algún significado. A mi entender, las gotas de sangre de diversos colores indican que el Crucificado ha redimido a toda la humanidad, sea de sangre blanca, azul o roja. Y los rectángulos aluden a las etapas o fases de la vida, unas más alegres y despreocupadas, otras difíciles y tristes, en las que se dice que la vida es un valle de lágrimas.

Hay otras dos obras de Rodolfo Pico de algún modo relacionadas con esta. Una antigua titulada "Dádiva" (2004), en que una mano recibe donativos en forma de gotas de diversos colores. Si la mano estuviera con el pulgar hacia arriba y las gotas de sangre tal como ahora, estaríamos ante la mano derecha del Crucificado.Y la otra reciente, titulada "Haiku" (2016), expuesta en el Museo Evaristo Valle, que representa una corona de espinas de la que brota una flor morada y una gota de sangre roja. El "haiku" es un poema japonés de tres estrofas de 5,7 y 5 sílabas. En su quehacer como poeta, que lo era Rodolfo Pico en alta medida, conocía muy bien lo que era un "haiku" y tal vez aquí ha realizado un "haiku" en forma de pintura, una pintura muy sencilla que expresa admiración ante la naturaleza, que hace brotar de una corona de espinas una flor y una gota de sangre.

Digamos para terminar, que la obra de Rodolfo Pico, la Cruz de espinas, le viene muy bien a la iglesia de la Resurrección, edificio al que su arquitecto, Vicente Díez Faixat, dotó de un aire oriental, próximo al espíritu zen, según opinión del gran pintor y amigo de Rodolfo Pico, Pelayo Ortega. Este mismo espíritu impregna al Resucitado en talla de madera, elegante y estilizado, como de cuerpo espiritual, obra de Luis Ramón García Muñiz, empresario gijonés. Aquí también las indicaciones de párroco Silverio R. Zapico resultaron decisivas.

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