Había sido su última voluntad y, tras la fiesta asturiana de la Santina de Covadonga, su familia cumplió sus deseos. Desde el tradicional puente de hierro de San Román, bajo la caricia de una suave brisa, en un emotivo y profundo silencio, lleno de respeto y cariño recuerdo, serán hoy depositadas sobre sus aguas tranquilas para que su alma de vencedor siga remando camino de la meta riosellana de sus triunfos.

Allí serán recibidas por su amplia y hermosa bahía que, en oración y rezo, tendrán como fiel testigo, la mirada del mar Cantábrico. Así las cosas, los firmes deseos de este gran deportista forman ya parte de la grandeza del Sella de sus amores.

Él quiso quedar unido para siempre a ese río internacional y piragüístico que nace en los altos del Pontón y duerme su final y plácido sueño en su querida y natal Ribadesella.

Desde el vértice de tierras leonesas y asturianas, este río es un abanico de recursos turísticos y naturales que vive sus setenta kilómetros de su recorrido en un entorno de amplios tonos de surtidos colores de alfombras verdes y múltiples flores que se asoman a su hermoso balcón a los pies de su gran variedad de árboles.

Por su parcela pastan todo tipo de conocidos animales que gozan de su libertad. Sabe su cielo del gobierno de multitud de aves que juntan sus cantos buscando refugio en sus frondosos bosques, donde todos beben de sus aguas y aterrizan y despegan en constantes vuelos.

En su avance, río abajo, truchas y salmones juegan al escondite en la claridad de sus aguas. Conocemos que la cicatriz de su cauce no es amplia pero sí intensa debido a su esfuerzo erosivo en su noble pelea con la naturaleza. De otra parte, rabiones y torbellinos sortean desniveles que dan perfil y potencia a su caudal ante el gran abrazo que le ofrece el conocido desfiladero de Los Beyos.

Lentamente se mete en las sendas de sus estrechos pasadizos para barnizar cariñosamente sus paredes rocosas abriendo a sus manantiales ventanas naturales que miran con fe al cielo para saludar a las alturas de sus montañas, diamantes tallados sobre el pie occidental de los famosos Picos de Europa, como protectores de sus encantos, donde pueblos y aldeas se cuelgan sobre sus rocosas como testigos de su presencia.

El Ponga y Dobra ayudan a sus aguas para que su espejo se haga más amplio y en él se refleje la hermosura de su paisaje donde coquetean y se miran con mimo su tradicional arquitectura y su cruz de la Victoria insignia del "puente romano". También los aires de Covadonga bendicen su destino camino del mar.

Ya en las Arriondas su discurrir se siente arropado por el Piloña en especial en su descenso internacional donde su artífice Dionisio de la Huerta pidió su respeto habitual bajo el himno tradicional de Asturias. Nadie falta a la cita, los cuerpos se visten de montera, chaleco y collar que son el equipaje de toda una cordial asturianía bajo el sueño de volver el año próximo para animar a sus miles de participantes.

Por todo ello, desde el puente del infierno en Castilla hasta el puente de la gloria en Ribadesella existe todo un archivo de riquezas; agresivas montañas, panorámicas rutas, encanto y naturaleza. En este lugar, de bellezas tantas, quiso descansar, sobre las aguas de su querida villa, mi estimado amigo, para que la custodia de su alma encuentre la paz buscada. Que así sea.