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Con sabor a guindas

Caricias de monte y mar

Sobre las Jornadas gastronómicas del queso de Cabrales celebradas en Llanes

La brisa fresca del Naranjo de Bulnes, en su caminar desde las alturas al mar, se hizo, primero orbayu, después sol tibio, y luego, en el interior de la Escuela de Hostelería, fuego intenso de hermandad en unas Jornadas gastronómica con calificación de sobresaliente.

En un engranaje perfecto de organización de una parte en el salón de actos y después sobre los manteles disfrutamos de un gran día. La asistencia fue muy numerosa que estuvo muy interesada en la charla que ofrecieron varios ponentes, con representación de la administración, técnicos, empresarios y consejo regulador que informaron a los presentes de ese valor de conciencia colectiva que los asturianos debemos de darle a la calidad de nuestros productos asturianos.

Se comentó que, en la actualidad es la única baza pendiente que tiene el Principado de Asturias para unir programas y esfuerzos, allí donde los nativos tenemos que ser cómplices con nuestro entorno, defendiendo esa calidad diferenciada que tiene que ser entendida y controlada.

Se habló del deseo de desterrar el fraude para que sobre el lienzo de la conciencia se dibuje tan sólo la honradez y el trabajo del compromiso con la calidad. Particularmente servidor quisiera contagiar magia en su defensa. Para mí son patrimonio y quiero para ellos la mejor imagen.

En esta ocasión la estrella es el queso de Cabrales que llega a la Escuela de Hostelería de Llanes para enamorarnos con sus tiernas miradas de ojos verdes y azules y se vestirá para nosotros con vetas grises y blancas y cual maduro galán, que, peina canas de experiencia, se permitirá en su grado de avanzada curación tocarse, en su coquetería, con una ligera y perfumada flor roja en su solapa.

Vienen a mi memoria, metido en ese túnel de añoranzas, hombres y mujeres que aprendieron, hace cientos de años, a escuchar en la soledad de sus cabañas el diálogo compartido con la naturaleza, animales y quesos. Un hermoso triángulo con alma de ilusiones, esperanza, imaginación y constancia. En definitiva fidelidad al producto conseguido.

En su equipaje de sueños los pastores acaban siendo profesores de la Universidad de los Picos de Europa, como caminantes por las aulas de sus montañas, allí donde el silencio pule su espíritu y se hace oración y rezo en caminar por sus sendas y rocas, en amigable charla con la soledad de la naturaleza que se hace íntima amiga de su sentimiento.

Y así las cosas, su trabajo bien hecho, ese queso especial en su sabor, baja de la montaña al mar y se refugia en la Escuela de Hostelería, que le abrió sus puertas, de par en par, haciendo de su calidad mil delicias, en un menú, amplio, cuidado con esmero, elegantemente servido y presentado. Compaginado sabores que profesor y discípulos unieron con exquisito mimo.

Pasamos al comedor y en un primoroso desfile el cabrales fue el rey de la pasarela. Empezamos con aperitivos, cornetes, macarons de maicitos, bombones, patés, ensaladas, croquetas, pirulí de codorniz, y crujiente de jabalí. Seguimos con unos entrantes de arroz tostado y boletus, cachopo de pitu caleya, para terminar con un surtido de postres.

En la sobremesa las palabras de amistad y afecto se hicieron promesa de unir sentimientos compartidos para nuevos proyectos en defensa de la calidad de los productos de nuestra querida Asturias.

Solo me resta felicitar a los organizadores.

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