En los últimos tiempos, el foco de la investigación científica se ha situado en el campo de la musicoterapia donde se han puesto de relieve las propiedades sanadoras de la música. En este sentido son brillantes e ilustrativos los estudios de los neurólogos Michael Thaut u Oliver Sacks sobre los efectos positivos de la interpretación musical en cuanto a activación de ondas Alfa y Theta (asociadas a la meditación), refuerzo de mecanismos de regeneración neuronal, desarrollo de la concentración y estímulo de las habilidades sociales del sujeto. Todos estas propiedades ya habían sido esbozadas por diferentes tradiciones culturales orientales -como el taoísmo- donde a la evidencia de una mejora holística en el plano físico se le añadían otras propiedades de naturaleza espiritual como el desarrollo de la gratitud o de la ecuanimidad, al nivel de "técnicas" de canalización de energía como el hatha yoga o la meditación profunda kundalini.

Este enfoque eminentemente experiencial choca hoy en día de bruces con la tradición occidental de métodos de "entrenamiento" instrumental donde se tiende a confundir disciplina con hábito y perfeccionismo con espontaneidad. El enfoque de la enseñanza instrumental en los conservatorios se ha ido orientando hacia una metodología basada en la deducción (o gran maestría ) en lugar de la inducción (aprendizaje por descubrimiento), lo que dificulta la apropiación íntima del hecho musical por parte de los alumnos. Igualmente se soslaya constantemente el plano lúdico y se evita guiar al alumno hacia la búsqueda del sentido último existencial de las piezas musicales, descansando excesivamente el proceso de aprendizaje en el "adiestramiento" psicomotriz y el análisis lógico-formal de las piezas.

Este ejercicio de hiper-intelectualización desconecta a la propia interpretación musical de la falibilidad inherente a la existencia humana, lo que a su vez arranca de cuajo su ropaje intuitivo y por lo tanto dificulta la utilización de la música como vía sanadora y herramienta de meditación. Gran parte de culpa tiene la excesiva tecnificación y el acabado impoluto de las grabaciones actuales y los modelos imperantes de gimnásticos instrumentistas jóvenes estrella que alimentan una mercadotecnia venenosa que rompe con los esquemas de lo que debería ser una natural visión largoplacista de la interpretación musical como tarea gradual de vocacional artesanía . Nadie puede negar que, al igual que en otras áreas de la vida, nuestros alumnos se van a encontrar en el ámbito profesional artístico con barreras y competitividad, pero si invertimos los términos y no les inculcamos un sentido musical de arraigo espiritual, su fortaleza ante la adversidad del medio se tambaleará ya que lo que sostiene a la resiliencia ante el medio es esa profunda consciencia-vital artística.

Y lo que es más importante, todo ese cambio cualitativo en la metodología de las enseñanzas musicales las desmarcaría definitivamente de su estereotipación elitista, orientándose hacia concepción del arte más expandida hacia la sociedad gracias a su naturaleza benéfica e integral para con el individuo.