La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La ciudad y los días

Por un bable cultural y despolitizado

Lo peor será asociar la llingua a un nacionalismo fuera de lugar

Dígase lo que se quiera, y eufemismos aparte, el habla asturiana, la fala melguera, el asturiano que algunos dicen llingua o, en definitiva, el bable -que es su verdadero nombre- sigue vivo en ambientes populares y en sus diversas variantes. Bable que en los diccionarios tradicionales vale por habla o "dialecto popular asturiano".

El mayor peligro, a mi modo de ver y con todos los respetos para otros criterios, sería la por algunos anhelada normalización oficial e imposición institucional. Lo que supone sin duda su politización, peligro definitivo como la historia demuestra para todo empeño de carácter cultural.

Con un criterio amplio, son tres los bables de Asturias, el central, el oriental y el occidental, cada uno con sus características y aún con diversas variantes. ¿Cuál de ellos vale? ¿El más hablado? ¿Un sincretismo a ultranza no resulta artificioso?...

Por otro lado creo yo, salvo mejor entender, está el modo vulgar, defectivo y espontáneo, de comunicación verbal en ambientes rurales y populares. Que en propiedad resulta ser con frecuencia un castellano mal hablado con construcciones sintácticas no pocas veces arbitrarias.

Entendido sea esto sin ningún matiz peyorativo. Al contrario, ese lenguaje tuvo y tiene su mejor expresión, como digo, en pueblos y medios rurales, heredado de nuestros antepasados con sus aciertos y errores, espontáneo, inclasificable y aún a menudo anárquico, de etimologías confusas, pero también con su indudable expresividad.

Uno de sus más claros exponentes sería, para mi gusto, el empleado por el doctor Antonio García Oliveros, "Ago", con sus divertidos versos tomados claramente del natural, caso de su "Melecina casera", y desarrollados no sólo con un delicioso humor sino a veces incluso con un tierno dramatismo.

En lo que pudiéramos clasificar como asturiano vulgar, ¿cómo no recordar de antaño los éxitos de la Compañía Asturiana de Comedias, de José Manuel Rodríguez y Rosario Trabanco? Obras de José María Malgor y de Eladio Verde, sobre todo, como la recientemente repuesta en escena "Los amores de Ximielga" en Pola de Siero por una compañía de aficionados.

Lo peor que se puede hacer en lo lingüístico es asociarlo a un nacionalismo fuera de lugar que desvirtúe su naturaleza. Tentación tan extendida en esta España nuestra que por apaciguar a los separatismos periféricos lleva camino de convertir este país en un tardío conjunto de taifas donde todo se declina como yo, me, a mí, para mí, conmigo?

¿Resta esto algún mérito o trata de presentar como inconvenientes otras iniciativas de sistematización gramatical? Pues no. Bien están la Academia de la Llingua y su labor, el Real Instituto de Estudios Asturianos, los trabajos de Jesús Neira y su Diccionario de los Bables. Sin olvidar el enfoque incomprendido del recordado profesor Alarcos Llorach y el no menos incomprendido de su hijo en la actualidad, como tampoco a Constantino Cabal en la memoria.

Es preciso también recordar con afecto los entrañables afanes de Amigos del Bable y su docena de discos, de 1969, con José León Delestal, Lorenzo Novo Mier, Manuel Pilares y otros; el Conceyu Bable, en 1974, ligado a la revista Asturias Semanal, con García Arias, Sánchez Vicente y Lluis Xabel entre otros.

Literatura, humor, poesía, folclore, teatro... cultura en definitiva. Ese es el campo a cultivar y no el artificio de un bilingüismo oficial que más que promover y beneficiar resulta separador, costoso, polémico y forzado. Sin necesidad de otras apoyaturas, el bable goza de buena salud y camina por sí mismo.

Desde este punto de vista, no tiene mucho sentido el proyecto municipal ovetense de promoción del bilingüismo y su valoración como mérito para optar a plazas de personal. Dicho sea todo esto con respeto a otros planteamientos.

Compartir el artículo

stats