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La Ciudad Y Los Días

El deshielo entre Iglesia y poder

El anticlericalismo cargado de prejuicios es malo para todos

Varias voces se han alzado para poner en tela de juicio el criterio de un sacerdote que hace poco censuraba en estas páginas el renacido interés de muchos católicos por la imaginería, los santuarios y las procesiones. Dicho sea con respeto como necesaria simplificación de la propuesta a que me refiero, presuntamente iconoclasta, replicada también por mí en otro comentario y que viene a cuento de los desfiles procesionales de la Semana Santa.

Semana que es mucho más que el simple discurrir por el exterior de los templos de representaciones artísticas de la Pasión de Cristo y sus personajes principales. Sin negar el valor de los desfiles procesionales como indudable testimonio de fe popular, de arte religioso, de valiosa y aún catequética tradición que se desborda por las calles de la ciudad, lo que da más sentido a la Semana, a mi modo de ver, está sustancialmente en la establecida liturgia eclesial de puertas adentro que conmemora los acontecimientos clave de la redención cristiana. Pero bien está como síntoma el renacimiento de las tradiciones semanasanteras relacionadas con la valiosa imaginería andante en nuestra región, algunas de gran solera y prestigio como las de Avilés, Luarca y Villaviciosa. Ya hemos ponderado aquí el resurgir de la Semana Santa ovetense, con las brillantes incorporaciones de San Francisco Javier de la Tenderina que hoy procesionará su espectacular Prendimiento desde el templo parroquial hasta la capilla de la Universidad. Esa Semana Santa que tiene además una dimensión turística y por lo mismo económica en absoluto desdeñable.

El señor Alcalde, ahora "primus inter pares", parece interesado en quitar algo de hierro a la fría relación del poder municipal con el estamento eclesiástico, si hemos de interpretar así su asistencia del domingo al tradicional caldo junto con la concejala Ana Rivas. Once ediles de la oposición estuvieron en los cultos.

No echemos en saco roto las nacientes disensiones en el seno del tripartito local ni en concreto el roce del primer edil con Somos al que recomienda nada menos que sensatez, moderación y racionalidad. Y es que las obsesiones ideológicas y partidistas pueden acabar por ser como piedras al propio tejado.

Obsesiones no pocas que rozan el esperpento, tal que el de enrollar la enseña europea por el supuesto mal tratamiento de la crisis de los refugiados. Lo que, por encima de opiniones y banderías (uno mismo, por cierto, entiende que los refugiados merecen otro tratamiento), no corresponde valorar al poder municipal.

Como la absurda beligerancia en asuntos sexuales y no digamos los de conciencia o religión. En los que meten la nariz los emergentes mandatarios municipales no sólo de aquí, sino de Madrid, Barcelona y muchos más, cargados de prejuicios sexistas y de obsesiones anticatólicas.

No tiene mucho sentido el hosco anticlericalismo que ha recuperado cierta izquierda con la irrupción de jóvenes emergentes que han descubierto el fácil adversario de toda la vida, aunque ahora sea más duro de pelar. De vuelta a lo primero, por parte de la Iglesia local se han moderado algo las alusiones a la actitud esquiva de la Corporación, que contrasta con las duras alusiones del señor Arzobispo en su fuerte pregón de la Semana Santa hace unos días. El mayor escollo para el entendimiento con lo municipal será, yo creo, el sectarismo en el propio tripartito.

Si triunfa un cierto deshielo, beneficioso para todos, bienvenido sea como signo de realismo.

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