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La cara y la cruz del HUCA

Los problemas de accesibilidad del Hospital y la buena actitud del personal que allí trabaja

Con frecuencia, los ciudadanos se quejan del trato recibido en el HUCA y de la displicencia o lejanía demostrada por su personal. El caso es que no sé si doy pena o caigo bien pero, cada vez que necesito de los servicios sanitarios, salgo sumamente satisfecho, sobre todo en lo que se refiere al personal, y de ahí el título del presente artículo que alude al homenaje a personas de las que desconozco incluso su nombre.

Tuve que acudir a urgencias del Hospital por un desgarro en la retina de mi ojo derecho. La señorita de la entrada me escuchó, solicitó mi tarjeta sanitaria, me hizo entrega de una carpeta amarilla y me dirigió a una sala de espera para eso, para que esperara.

Había unas dieciocho personas y mi turno llegó a los veinte minutos; bien es verdad que se trataba de una primera criba para redirigirm e a la especialidad que me había de examinar..

De nuevo me remiten a una sala de espera, donde además tengo que entregar la carpeta amarilla. Allí me encuentro con unas 30 personas esperando, que lógicamente, no precisan las mismas atenciones; a lo mejor para oftalmología había una o dos personas además de mí, así que a los diez minutos una doctora me atiende, me mira con las herramientas que tiene allí y me informa de que mi problema requiere un examen en planta. Me puso un dilatador de pupila y mientras hacía efecto dijo: "te vendrán a buscar para llevarte hasta allí".

Y así fue. A los doce minutos un celador súper amable viene a buscarme y durante todo el camino, que es mucho porque el Hospital tiene unas dimensiones considerables, me va explicando, aquí el departamento tal, aquí las aulas de medicina, etc? Vamos, entreteniéndome. Previamente, una señora que no tenía bata blanca se me había acercado para interesarse por si estaba solo o alguien me acompañaba por aquello de que me muevo en silla de ruedas. Le dije que iba solo y se ofreció a llamar a quien fuera necesario.

El celador me dejó en el fin del camino. Otros diez minutos y un doctor se ocupó de mí. Ya no me dejaron hasta que me intervinieron con láser. Durante ese tiempo fui amabilísimamente atendido, escuchado y exquisitamente tratado por este doctor y dos chicas que parecían ser estudiantes en prácticas.

A mi juicio, la atención del personal es difícil de mejorar. Sin embargo, los artículos que en este periódico me publican hablan de accesibilidad y en eso sí que estamos lejos del aprobado.

Como usuario de silla de ruedas está claro que se nos sigue sin esperar. Los aparatos, camillas, útiles de todo tipo, en ningún caso están pensados para atender a una persona con necesidades especiales por su estado físico. O no llegas a la mesa o esta está dispuesta de un modo que no accedes... Y si las cosas salen bien es, precisamente, por los esfuerzos y la actitud del personal que hacen lo indecible para intentar paliar las deficiencias. Vaya por tanto este homenaje a ese personal sanitario anónimo que con celo sirve a los ciudadanos desde un empleo precario en algunos casos y, sobre todo, nunca suficientemente bien pagados.

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