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La mar de Oviedo

Lisztomanía

Sucedió en Gijón pero su alcance es universal: un vecino playu amenazó con acuchillar al encargado de un pub si no le ponía una canción. No se trataba de robar dinero, tampoco era un borracho que pedía una copa más, sino un cliente, con el síndrome de Liszt, que necesitaba urgentemente música para el alma; el encargado hizo caso omiso y el maníaco no lo ensartó porque lo redujeron dos agentes de la Policía Nacional. Y aquí termina tan extraordinaria e incompleta noticia, puesto que el corresponsal obvia lo más importante: ¿qué pieza musical solicitaba el asesino frustrado? De ser alguna de Bisbal, o "Despacito", de Luis Fonsi, mejor encerrarlo, con agravantes; pero, ¿y si mendigaba alguna obra de Liszt?, ¿"De la cuna a la tumba" o "El vals de Mefistófeles"? En este caso, como quien solicita un sacramento, la música debería ser eximente, o al menos atenuante, de responsabilidades penales.

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