La polémica actual del traje de baño entero, burkini, no es más que la respuesta del mundo occidental a la invasión, pacifica la mayoría de las veces, pero siempre con el miedo a los atentados de los radicales.

El hijab, el nikap, el-amira son formas de velo que cubre el pelo de la mujer árabe, que hasta ahora eran bien recibidas y aceptadas, no así el burka, que fue considerado, y es considerado, como la negación de la mujer, es la desaparición en vida de una persona, a parte del peligro que supone la no identidad.

Nunca he leído el Corán, y por lo tanto no me considero preparado para interpretar el mismo, pero sí denoto que países como Argelia, donde la mujer antes vestía de modo occidental, y estudiaba en sus universidades, ahora visten según el mundo islámico. O las jugadoras iraníes que acudían a los Juegos Olímpicos vestidas como unas atletas más, ahora, después de la revolución de los imanes, acuden tapadas de arriba abajo. Por eso cuando leo algún articulo en el que las mujeres islámicas claman por la libertad en su vestimenta, permítanme que lo dude.

Soy testigo, casi todos los días, en las playas de la Costa Brava, al atardecer, cuando ya no pica el sol, las mujeres con sus chador y el hijab, que les cubren todo el cuerpo excepto la cara, bajan a la playa con sus hijos y esposos, se sientan cerca de la orilla y mientras ellas permanecen sentadas los hombres y los niños vestidos a la occidental se bañan y descansan sus cuerpos del calor del día. Me fijo, sobre todo, en esas niñas que juegan con sus hermanos a echarse agua, a correr, a tirarse arena, etc., pero por desgracia cuando entren en la pubertad, es decir, cuando su cuerpo sea mujer, tendrán que vestirse como sus madres y permanecer en la orilla.

De ahí la aparición del burkini, hoy prohibido en muchas playas y piscinas; se acude a la higiene, pero no se prohíbe esa moda antihigiénica de bañarse con el calzoncillo debajo del bañador. Soy consciente de que aceptar el burkini supone quizás un retroceso en la libertad de la mujer, pero no paro de pensar en esas niñas y madres sentadas en la playa mientras disfrutan del agua sus congéneres.