El público (1930) es una de las obras más importantes del teatro español contemporáneo. En primer lugar, García Lorca plantea, en clave surrealista y a partir de una sucesión inconexa de cuadros, la confrontación del "teatro al aire libre" y el "teatro bajo la arena", esto es, del drama de orden moral y conformista, por un lado, y aquel otro que, trasgrediendo toda norma, enseña la verdad escondida del poeta. En segundo término, y de forma complementaria, el poeta de Granada persigue la legitimación del deseo homoerótico, a partir de un proceso de introspección que exhibe su dolor en la búsqueda de otros yoes escénicos para definirse.

Una representación ortodoxa de "Romeo y Julieta" -emblema del amor heterosexual más estereotipado- sirve como excusa para enfrentar al director, empeñado en perpetuar una estética convencional ("¿Qué hago con el público si quito las barandas al puente?"), y el Hombre 1, enamorado de aquel e instigador de que las máscaras y los parapetos sean desterrados para enfrentar al público a la realidad incómoda de su verdad interior. Ambos, trasfigurados en personajes "bajo la arena" (Cascabeles y Pámpanos, respectivamente), luchan dialécticamente, cobijados por una "ruina romana", durante el cuadro II.

Se trata de un enfrentamiento violento y cruel, en clave sadomasoquista, solo resuelto por la intervención del Centurión, que delata la dificultad del amor puro entre hombres. Asistimos después a la representación de Romeo y Julieta en clave de "teatro bajo la arena" -al fin la propuesta lorquiana de la mentira consensuada travestida en una nueva verdad-, que será detonante de la indignación del público en el cuadro V al descubrir que Julieta había sido interpretada por un actor. Solo los Estudiantes -personajes en los que no es difícil ver a aquellos errantes soñadores de La Barraca- manifiestan una actitud tolerante ante este nuevo teatro, de identidades cambiantes, que derrumba telones, muros y máscaras.