Tineo,

Ignacio PULIDO

Los días de verano transcurren en armonía en Tineo, lejos del mundanal ruido de las playas y de las villas costeras. Con la llegada del estío centenares de peregrinos llegados de toda Europa e incluso del resto del mundo caminan en silencio a través de senderos y de la floresta hacia Santiago de Compostela. Arcadio Rey, «Pana», un minero jubilado, se ha convertido durante la última década en un personaje ineludible del milenario trazado gracias a su afable y cordial atención con los visitantes.

Cobijado en su «Mirador de Letizia», una cabaña de piedra sita entre la capital tinetense y el monasterio de Obona, «Pana» se da a conocer y brinda al visitante parte de su sabiduría a través de numerosos consejos y vivencias.

«Pana» se reconoce como un autodidacta y un poeta a pesar de que apenas fue a la escuela. «Tan sólo asistí a clase cuatro meses durante cuatro inviernos. Todo ese tiempo me sentaron en la última fila y nunca me sacaron a la pizarra. Como era pobre, no llevaba pollos ni huevos a la profesora», subraya con ironía.

Al dejar las aulas, «Pana» trabajó durante años cuidando el ganado de su casa y después fue «pinche» de obra hasta que marchó a Venezuela, país en el que permaneció durante cuatro años. «Allí trabajé en la tintorería de mi tío. Al ser hijo de viuda no me dejaban marcharme del hogar familiar para que sustentase a mi madre, pero lo conseguí gracias a la intercesión de una familia de Belmonte. Mi padre había conocido a uno de sus miembros en la batalla del Ebro, donde juntos se habían salvado de una muerte casi segura. Tenían medios y me ayudaron a conseguir el permiso para irme a América. Allí trabajé como un esclavo a pesar de ser sobrino del dueño», puntualiza.

A su vuelta del otro lado del «charco» Arcadio Rey fue bautizado en Tineo como «Pana», amigo o colega en Venezuela. «Al volver le decía a todo el mundo "¿Qué hay, Pana?", "¿qué pasa, Pana?" y me quedó el nombre. Después trabajé en la mina tinetense González y Díaz hasta que me prejubilé en 1998».

La historia de los antepasados de «Pana» está vinculada al Desastre del 98 y él mismo se califica como el «último de Filipinas». «Mis ancestros lucharon en la colonia asiática y mi abuelo fue partícipe en la guerra de Cuba», comenta. Además, tal y como dice este tinetense, «sabe algo de tocar música al oído y con un viejo bandoneón toca "Los últimos de Filipinas"».

En el interior del «Mirador de Letizia» la efigie del Che convive con numerosas imágenes de San Antonio, patrón de los animales. Y es que, a pesar de ser republicano hasta la médula, «Pana» es devoto del Santo e incluso tiene guiños para la monarquía constitucional. «El mirador ha sido nombrado en honor de la Princesa Letizia. Asimismo, tenía una vaca homónima, un "xato" que se llamaba "Felipe" y una ternera que se llamaba "Leonor". Para más inri, me apellido Rey», enfatiza, y afirma que durante la fiesta de «Santo Antón» coloca laurel por su cabaña para proteger a sus mascotas: varios gatos y tres reses.

Habitual de las tertulias tinetenses, «Pana» señala que no puede estar quieto en casa. «Sólo estoy en mi hogar lo necesario para comer y dormir. Me levanto temprano, voy a Tineo y el resto del día lo paso en la cabaña haciendo cosas».

Precisamente fue durante sus largas tardes en el mirador cuando comenzó a hablar hace seis años con los peregrinos. «Surgió espontáneamente, empecé a conversar con ellos y pronto comencé a ser conocido por los foros de internet. Muchos vienen a verme y a sacarse una foto conmigo. Después cuando llegan a Santiago o a sus hogares me las envían por carta. Tengo unas doscientas», explica.

A pesar de que sólo sabe hablar castellano, «Pana» se entiende con la mayoría de los peregrinos. «Por aquí pasan franceses, belgas, alemanes, italianos, estadounidenses, australianos e incluso japoneses», subraya mientras muestra una foto con la japonesa Mitsue Icojima. «Con los únicos que no hago "camín" es con los checos. No hay quién los entienda», sonríe a carcajadas, y muestra el sello que posee para que los peregrinos lo estampen en su libro de viajes.

Durante los últimos años su labor ha sido profusamente reconocida en el mundo del peregrinaje y el «Mirador de Letizia» incluso ha sido incluido en las guías del Camino de Santiago como un punto ineludible. «He hecho muchos amigos. Algunos vienen muy concentrados, con mucha determinación y los admiro. La gran mayoría agradece mi atención, otros en cambio ni se inmutan. ¿Qué se la va hacer? Tiene que haber de todo», lamenta.

El puro se está consumiendo y «Pana» hace referencia a cómo cambiaron las cosas. «Me crié sin luz eléctrica y he llegado a tener teléfono móvil», matiza, y añade que este invierno concluirá un muro de piedra en el que trabaja. «Ahora que han pasado las fiestas de San Roque subiré al camino y trataré de acabar la obra de un muro que tengo empezada desde hace un tiempo. Voy a mi ritmo».

Son las tres de la tarde y «Pana» ya ha perdido la cuenta de los puros que lleva fumados. Por el camino se aproximan dos peregrinas francesas. Sin perder tiempo, «El último de Filipinas» -como reza en su tarjeta de visita- sale a su encuentro y tras darse a conocer cuña a las galas su libro de sellos. Tras desearles un buen viaje, «Pana» se retira a su cabaña, donde el caminante siempre encontrará un respiro.