Luanco, Mónica G. SALAS

La diversión está garantizada en el puerto deportivo de Luanco: todas las mañanas, más de 30 niños surcan la costa del concejo con el doble objetivo de aprender vela y, sobre todo, pasarlo bien. Con ese fin, el Club Marítimo de Luanco organiza cada verano cursillos de iniciación y de perfeccionamiento de vela que se desarrollan de lunes a viernes de diez y media de la mañana a dos de la tarde. «Pretendemos que los jóvenes cojan el gusto por el mar, conozcan gente nueva y disfruten», explica José Secades, «Pipo», organizador del campus de verano.

Hace siete años, el club marítimo puso en marcha el primero de estos cursos con tan solo tres niños. Desde entonces, la matrícula no ha parado de crecer y ahora, en agosto, llegan a inscribirse más de 40 jóvenes. Algunos de ellos ya son todo unos expertos, como es el caso de Juan García-Rendueles, de 12 años. «Yo ya compito y el año pasado gané la regata de San Agustín, en Avilés», manifiesta. Para otros, sin embargo, es su primera experiencia en el mar. «Unos amigos vinieron el año pasado y me dijeron que estaba muy bien, así que decidí apuntarme este verano», agrega José Luis Bobes, de 11 años y vecino de Llanera.

Los cursos son semanales, «aunque la mayoría de los niños están un mes o, incluso, dos», tal y como explica Secades. Todos los lunes los monitores explican a los pequeños las nociones básicas de navegación así como las partes del barco de cara a los nuevos niños que se incorporan al curso. Luego fletan los veleros y se preparan para navegar. «Solemos estar alrededor de una hora por la bahía de Luanco», precisa Secades. Como colofón a un día en la mar, los participantes en los cursos juegan en el agua o con la famosa «banana» (flotador). «Mola mucho», señala Juan Martínez, madrileño de 8 años. «Tratamos de hacer cosas diferente para que los niños no se cansen de estar en el velero», puntualiza Secades.

A lo largo del curso, los niños manejan tres tipos de embarcaciones: el velero pequeño o «bag», el mediano o «raquero» y el catamarán o «hobby». Los pequeños tienen claro cuál es su preferido. «El catamarán es el mejor porque es el que va más rápido», manifiesta Sergio Iglesias, de 14 años y procedente de Pola de Laviana. Junto a los niños están siempre 4 o 5 monitores. «Depende del número de inscritos que tengamos y del nivel», dice Pipo Secades. Así comienza la diversión, a todo trapo por la bahía de Luanco.