Les llaman los "internacionales". Son tipos duros y listos que viajan por medio mundo, de Nueva York a Hong Kong, Madrid o Buenos Aires. Asaltan apartamentos y roban al descuido. Procuran no usar armas de fuego, se conocen al dedillo las leyes de los países en los que delinquen y procuran dar a los suyos -la mamá, y la mujer y los hijos que se quedan en Colombia- casas y estudios. Sus paisanos de los barrios humildes hacen de ellos mitos locales porque no roban a los suyos y vuelven del extranjero con la plata que, piensan (a eso le llaman "malicia indígena"), les quitaron los conquistadores españoles a ellos.

Las andanzas de los "internacionales" ocupan páginas de sucesos en los periódicos de todo el mundo. Y aun así, pese a que esta red transnacional de ladrones lleva años dedicándose a lo mismo, la historia es apenas conocida. De ahí el interés de l libro "La conexión Bogotá", publicado hasta la fecha sólo en Argentina y uno de los tres finalistas del premio "Rodolfo Walsh", que hoy se entrega en la "Semana negra". Su autor es el joven periodista porteño Nahuel Gallotta (1985). Ha escrito un reportaje de largo aliento. Vanessa Gutiérrez dijo ayer que es relato "apasionante". Cierto.

"Contamos noticias, pero no historias", explicó Gallota. Trabaja en el diario "Clarín" y se ha especializado en "policiales". El motor de su libro es una pregunta: "¿Qué hace que una persona se dedique al delito?". "He querido contar que algunas personas, además de ser ladrones, son gente normal", aseguró. Ha hecho la crónica de una "cultura delicuencial". Y sin hablar con los robados, los jueces o la policía.