En la década de los cincuenta del pasado siglo, Avilés era una villa tranquila con un rico patrimonio cultural y arquitectónico, pero todo cambió con el proceso nacional de industrialización, que se desarrolló en torno a la ría de Avilés y la implantación de las grandes industrias de Ensidesa y Endasa, que se sumaban a las existentes de la Real Compañía de Minas y Cristalería Española.

Poco más de treinta años después, se iniciaba un proceso de desindustrialización, transformación y privatización de esas sociedades estatales instaladas en su territorio, provocando una crisis importante, con altas tasas de contaminación y un paisaje urbano espantoso.

Así era el escenario, en julio de 1991, cuando LA NUEVA ESPAÑA decide abrir su primera edición local en Avilés. Las manifestaciones, las huelgas, la visión aterradora de una ciudad contaminada, teñida de mineral de hierro, negro carbón y olores sulfurosos; era el denominador común que solía aparecer en los medios informativos provinciales y nacionales. Ese escenario no era el mejor atractivo para atraer visitantes. La opinión estaba formada y alejaba cualquier posibilidad turística.

Son los primeros años de los noventa y toca buscar soluciones: se encargan estudios encaminados a buscar una salida para conseguir un empuje económico y proceder a un lavado de imagen. Surgen varias propuestas: potenciar los servicios avanzados; reciclar la industrial fabril a otra de carácter científico-tecnológico; detectar nuevos nichos que potenciar; recuperación del casco histórico; oferta de congresos, eventos culturales y deportivos... En definitiva, posicionar Avilés con otras ciudades similares a partir de nuevas iniciativas que laven su imagen, tomando mucha nota de lo realizado en Bilbao.

Se conforma un proyecto de ciudad y se empiezan a limpiar las heridas con la recuperación del casco histórico. Se quita el tráfico de vehículos de las calles La Fruta, Rivero, Galiana, San Francisco, Carlos Lobo y la plaza de España.

Se recuperan los palacios y edificios singulares: Camposagrado, Valdecarzana, Ferrera, Maqua, Balsera, Capilla de Las Alas, Iglesia primitiva de San Nicolás... siendo el teatro Palacio Valdés el primero en 1992.

El “Plan municipal de protección y conservación de fachadas del casco histórico” fue un éxito al recuperar esos edificios que no son excepcionales pero que, al lado de los que sí lo son, forman el nuevo paisaje urbano.

El saneamiento integral de la ciudad y de la ría, propició el nuevo paseo marítimo, el puerto deportivo, el paseo fluvial, el muelle San Agustín y para remate del pastel llegó el Centro Internacional Oscar Niemeyer.

En estos treinta años, se consiguió poner el casco histórico en valor, como uno de los más importantes del Principado y conseguir una nueva imagen atractiva de Avilés. En esa nueva escenografía avilesina los actores fueron las distintas sociedades avilesinas, que con sus programaciones atrajeron visitantes asturianos y nacionales, quedando asombrados de la ciudad “teníamos otra idea, pensábamos en una ciudad contaminada, no conocíamos Avilés, estamos sorprendidos, el casco histórico es magnífico, volveremos...” son conclusiones recogidas en las encuestas turísticas.

Las dos citas festivas más portantes de la ciudad son: las fiestas del Bollo y su famosa Comida en la Calle que, en la primavera, atraen a miles de visitantes todos los años. La segunda cita son los festejos de San Agustín, con una atractiva programación musical y los festivales de la Cerveza y el Internacional Folclórico de Música y Danza Popular, llenan las calles de turistas en la segunda quincena de agosto, como colofón del verano asturiano.

El Carnaval avilesino y el Descenso Internacional y Fluvial de Galiana son cita obligada para los asturianos, siendo un referente en los Carnavales del Norte. Organizado inicialmente por una asociación de amigos, forma ahora parte del programa municipal de festejos.

Los certámenes corales, organizados por las sociedades avilesinas; los certámenes filatélicos; las danzas primas; la Noche Blanca y Negra, con cientos de actividades artísticas; los festivales del Cómic y el Celsius 232 de terror, fantasía y ciencia ficción; la programación de la centenaria Filarmónica Avilesina; las Jornadas de Teatro, los conciertos musicales y las exposiciones artísticas del Centro Niemeyer y del Centro Municipal de Arte y Exposiciones y, los atraques de los grandes veleros-escuela a la ría conforman una oferta atractiva para miles de visitantes, que repiten su visita en cada convocatoria, a la nueva villa de Avilés, lejos de las malas etiquetas de los años noventa del pasado siglo.

Pero no podemos olvidar otro de los pilares de atracción de Avilés, el deportivo. El fútbol y el atletismo, a través del Real Avilés y la Asociación Atlética Avilesina, siempre fueron organizadores de grandes citas deportivas, así como el Real Club de Tenis, con la celebración de tres Copas Davis en sus instalaciones de San Cristóbal. Los 45 años que se lleva celebrando el Rallye de Avilés, de la profesional Escudería Avilesina. Y en los últimos años, los campeonatos nacionales de judo y el Nacional y Mundial de duatlón. Voleibol, balonmano y baloncesto, entre otros, completan y concitan miles de visitantes deportivos, que se llevan una buena impresión de la ciudad.

El patrimonio arquitectónico del casco histórico, la cultura, el arte, el deporte y los distintos agentes que la hacen posible son recogidos en las páginas de la edición local de LA NUEVA ESPAÑA, que ahora celebra 30 años y es fedataria de la transformación de la ciudad día a día.